OPINION

La comedia en la televisión de España: ¿aún es cosa de hombres?

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Miguel Gila, Tip y Coll, La Trinca, Martes y Trece, Faemino y Cansado, Los Morancos, Cruz y Raya, Buenafuente... España es un país de grandes cómicos. El archivo de nuestra televisión cuenta con magistrales horas de humor realizadas por hombres que han sabido transformar la realidad en pura comedia. Muchas veces con afán crítico, otras simplemente de forma lúdica.

Algunos de estos humoristas son expertos en travestirse de mujeres para alcanzar la carcajada del público, pero lo paradójico es que, en el humor, las mujeres, las de verdad, siempre han ido inexplicablemente e inmerecidamente a rebufo de los hombres. Lina Morgan es, quizás, la cómica más emblemática y representativa. La actriz dignificó el género de La Revista y derribó, con su particular humor, muchos chichés y prejuicios que heredaba la sociedad española. Pero, probablemente, a Morgan jamás se le reconocerá justamente esta apertura de puertas, es mujer. Y cuando se reconoce su trayectoria, se queda habitualmente en la superficie, incluso considerándose casposo todo lo que ha hecho. Puede que, por eso, nunca logre un gran premio de las academias del cine o la tele. ¿De verdad puede ser casposo un humor que conseguía hacer reír, literalmente, a más de medio país cuando se emitiían sus obras de teatro?

No es la única. Mary Santpere, Las Hermanas Hurtado, Beatriz Carvajal, Las Virtudes, Paz Padilla siguieron ese recorrido. Un avance que, en los últimos años, ha propulsado la televisión apostando por profesionales todoterreno con un sólido ADN de comedia en su desparpajo ante las cámaras: Llum Barrera, Ana Morgade, Anabel Alonso, Silvia Abril, Sara Escudero o Eva Hache, que incluso presentó un late night en Cuatro, Noche Hache, además de dos ceremonias de los Goya.

En su esencia, Hache sigue especialmente la estela de otra grande de los escenarios Rosa María Sardá, la conductora más recordada de los premios de la Academia de Cine y actriz de colosal trayectoria, pero también presentadora en los ochenta de uno de los primeros programas de entrevistas en el que caía todo el peso del show en el humor de una mujer, Ahí te quiero ver. Honorato, apaga la tele un rato.

Ellas han derribado muros de una profesión que, especialmente en nuestro país, sigue con una marcada idiosincrasia masculina. El celebrado personaje de Dani Rovira en 8 apellidos vascos, por ejemplo, no habría sido concebible interpretado por una mujer. Los roles están claros en una sociedad en la que nos han dicho de qué nos podemos reír dependiendo de nuestra sexualidad. En ese sentido, las actuales monologuistas sufren más dificultades a la hora de transgredir las normas o hacer humor de determinados temas. Socialmente, no todo se acepta ni todo hace gracia. Y a menudo ellas son juzgadas por un rasero distinto en el que también influye su físico.

La televisión, en los últimas décadas, ha ido erradicando muchos prejuicios. Aunque no todos. Siguen escaseando los formatos de entretenimiento conducidos por la versatilidad de las cómicas. En Estados Unidos, por suerte, van por delante: Ellen DeGeneres ha roto en gran parte esta hegemonía masculina con una trayectoria incontestable en las últimas décadas. Ahora triunfa con The Ellen DeGeneres Show, un programa diario que ha reinventado la fórmula de late night en la franja diurna y donde ha conseguido la paridad de guionistas en su equipo. Toda una factoría de grandes momentos televisivos que son copiados y reproducidos en programas del mundo entero. Y con Ellen, también adquieren poder y relevancia crecientes Tina Fey, Kristen Wiig, Melissa McCarthy...

Pero en España no se ha arriesgado en los grandes formatos de entretenimiento televisivos con mujeres cómicas como absolutas e imprevisibles maestras de ceremonias más allá de lo que hace Eva Hache en El Club de la Comedia: monólogos para presentar a otros monologuistas.

Nuestra televisión actual tiene pendiente dar una oportunidad real de realizar un gran show a una mujer con la rapidez de reflejos, capacidad de improvisación e instinto que da la experiencia en la escena cómica. ¿Y si Llum Barrera fuera nuestra Ellen y aún nadie se ha dado cuenta?

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