OPINION

Los casos de 'Hermano Mayor' en Cuatro: ¿realidad o ficción?

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Hermano Mayor es uno de los grandes éxitos de Cuatro. Pedro García Aguado, con ayuda de la psicóloga Sonia Cervantes, intenta aportar solución a casos que suelen sorprenden por su dureza. Porque el programa muestra a jóvenes con una agresividad insorporable, una violencia física o verbal que mantienen incluso delante de cámara.

Tanta es la crudeza de la emisión que muchos espectadores dudan de que sea verdad lo que sucede en el programa. Piensan que son actores o figurantes. Pero no, no son actores: son casos reales. Es más, un papel interpretado se notaría porque hay que ser un gran maestro de la escena para transmitir con verdad estas duras problemáticas que existen en nuestra sociedad y a las que no hay que dar la espalda.

La terapia que coordina García Aguado conlleva un proceso, que nunca dura menos de 15 días, en donde se genera un clima de confianza, al pasar tantas horas juntos, entre el equipo televisivo y los miembros de la familia. En este tiempo, el conflicto sale a flote y las cámaras pasan a un segundo plano. Los participantes se olvidan de la grabación al mismo tiempo que Aguado les lleva al límite.

Son víctimas que se convierten en verdugos de su entorno y de sí mismos. Verdugos en un callejon sin salida que necesitan encontrar solución a una situación insostenible. En muchas ocasiones, de hecho, son los propios jóvenes protagonistas los que piden colaboración al formato de Cuatro para lograr superar sus problemas. ¿Por qué acuden a la tele? Se prestan porque, además, suelen sentir un cierto magnetismo por la pequeña pantalla.

No obstante, Hermano Mayor no es una ONG: es un programa de televisión. Y su éxito estriba en que muestra conflicto, construye tensión y mantiene en vilo a la audiencia a través de una historia que busca la superación a través de un personaje transversal, Pedro García Aguado, con un carácter televisivo evidente.

De esta forma, todas las emisiones siguen una estructura visual en la que se juega mucho con la psicología del color. En los instantes que se dibuja el conflicto, las localizaciones donde se rueda el programa suelen ser más inhóspitas y con una fotografía visual más cerca de un tono azulado que enfría al espectador.

En la escena final, en cambio, se produce un contraste que casi siempre suele recurrir a escenas soleadas. La audiencia está atenta al esperanzador porvenir del protagonista del programa. Porque, aunque sean reales los casos, para contar con claridad un caso a través de la televisión también es importante su envoltorio. Y ese es otro punto fuerte de Hermano Mayor: sabe narrar una enrevesada historia con una facilidad en donde también son importantes algunos clichés para allanar la compresión del espectador de Cuatro. De ahí que las localizaciones con grafiti son un resorte que utiliza constantemente el formato: porque en el imaginario colectivo se relaciona con conflicto, no con arte urbano.

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