OPINION

La Nochebuena en la que Serrat hizo brillar y vibrar a TVE

serrat wyoming confeti
serrat wyoming confeti

Si amas de verdad la televisión, la Navidad te despertará una expectación especial. Las fiestas navideñas siempre fueron tiempo para crear y experimentar con los grandes espectáculos en la pequeña pantalla. Del humor a la música. Incluso ambas cosas juntas.

Pero, en la última década, ha existido un cierto retroceso en este sentido. Las cadenas han evitado el riesgo y se han quedado en repetir la 'eficacia probada' de fórmulas archirequetevistas, una y otra vez, quedándose encorsetadas en recetas tan previsibles como olvidables. Esto también ha sucedido en la Nochebuena de 2014.

La pasada velada, las cadenas privadas decidieron ir a lo seguro. Telecinco confío de nuevo a José Luis Moreno una infinita gala con artistas, cantantes, teatrillos y esos chascarrillos que lleva repitiendo durante décadas el ventrílocuo. Antena 3 decidió ahorrar apostando por refritos de Tu cara me suena y Me Resbala. Sin olvidarse de Los Simpson, con estreno de capítulos de la 25 temporada.

Las privadas bajan la guardia porque saben que Nochebuena es para TVE. No gastan. La tradición manda, pero parecía que las ideas también habían cesado en una Televisión Española aparentemente apagada en propuestas innovadoras, cargada de miedos políticos que sólo provocan un desolador proceso de involución creativa y con una primera cadena sin grandes y carismáticos rostros en plantilla que enganchen al público.

Pero, de repente, la fuerza de la Nochebuena cambió esa tendencia. Nos mostró la mejor cara de la televisión que se hace desde dentro de TVE. Tras una versión lowcost de Telapasión que recuperó la profesionalidad con perspectiva de Ramón García, arrancó un especial con Serrat que fue magistral. Mucho más que un programa musical.

'Antología desordenada' nos mostró la razón de ser de la buena televisión pública: aquella que crea sin caer en el tópico, aprendiendo de su portentosa historia pero sin reproducir lo mismo de siempre. Cuidando la realización (con su calculada planificación que no sólo enseña al cantante, también a los instrumentos, las miradas, las reacciones y las emociones), la puesta en escena (con hasta rinconcitos con arena) y el guion. Saliéndose de lo obvio para conquistar la complicidad de un espectador al que se habla de tú a tú y con la dosis de autocrítica necesaria.

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Bajo la dirección de Santiago Tabernero, la realización de Luis Campoy y el guion de Paco Tomás, esta noche de Joan Manuel Serrat consumó una coreografía perfecta de elementos. Empezó con unos créditos como si de una película se tratara y terminó también como el mejor filme: con un final que no te esperas. Y es que los icónicos temas de Serrat se conjugaron a través de un guion que iba contando una historia compacta a través del humor de hoy de Joaquín Reyes (clonando al propio Serrat) y unos vídeos recurrentes que dinamizaban el formato al mostrar a un Joaquín Sabina deambulando por unos tristes Estudios Buñuel. Sabina iba acompañado de un Carlos Latre, en estado de gracia, dando vida a una histérica representante del cantante al que le robaron el mes de abril.

Muchas bambalinas de Estudios Buñuel se vieron en este programa, un homenaje para este complejo que desaparecerá en los próximos meses. Y todo se vio (y escuchó) a través de una realización de imágenes y luces magistral. Especialmente hermosa la grabación de la actuación de Serrat con Pablo Alborán.

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Esto fue rodado en los almacenes de decorados en Prado del Rey, con el arte imprevisto que crean los chorretones de pintura de los decorados en los suelos. El realizador lo aprovechó, creando encuadres de postal durante una actuación en catalán. Porque en TVE también se puede cantar en catalán. Y no pasa nada. Lo hizo Serrat con Alborán o Estopa.

También por allí estuvieron Ana Belén, Victor Manuel, Minguel Ríos, Forges o la inesperada aparición estelar de Wyoming (que no había salido en los créditos del principio). Y cantaron, claro. En ese Estudio L3 de Buñuel donde se ha creado tanto.

Allí no se creará mucho más. En el especial posterior de Bustamante, dirigido por Gustavo Jiménez Vera (que ha apostado por una doble realización muy innovadora, de esa que esta Nochebuena no se entenderá pero que se harán eco los programas nostálgicos dentro de veinte años, al estilo de Cachitos de hierro y cromo), hubo un guiño final con un rótulo que rezó "Una producción de TVE realizada en los Estudios Buñuel". Estos históricos platós morirán, pero programas tan fértiles como el de Serrat o la realización arriesgada del de Bustamante evidencian que en RTVE hay gente dispuesta a seguir creando desde la imaginación y no desde la repetición. Es la única manera de que la audiencia también sienta esa ilusión por la televisión que nos hizo querer tanto la televisión: la televisión que se reinventa a través de personas con talento, ideas y ganas de hacerlo bien. Y pasión por su trabajo. Porque solo la pasión es capaz de derribar temores de trincheras políticas, acomodamientos rancios y, sobre todo, los prejuicios de un espectador que aún no ha perdido la esperanza de ser sorprendido.

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