OPINION

'The Hit: La Canción', primer fracaso televisivo del año

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Jamás se había hecho antes un programa de estas características, porque nunca ha tenido interés un talent show de compositores. Tampoco ahora. La 1 estrenó anoche The Hit, su nuevo concurso musical que no logró brillar en audiencia, ni con la expectación del primer día. La gala, presentada por Jaime Cantizano, se quedó en un pobre 8 por ciento de share y 1.457.000 espectadores. No funcionó, televisivamente hablando.

El formato enfrenta a una serie de compositores. Cantan ellos mismos sus temas. Lo hacen delante de un jurado compuesto por dos artistas consagrados. En el primer programa, Sergio Dalma (que nunca ha escrito un tema) y Vanesa Martín. Cada uno de estos 'coaches', elige dos canciones de todos los participantes que van pasando por el escenario y, al final, interpreta su favorito. Ese es el momento más espectacular del show: cuando sale a escena el cantante profesional, empieza a cantar, pero los dos finalistas no saben qué canción habrá elegido. No saben si interpretará la suya o la del rival, y lo descubren en directo. Con la cara de emoción y decepción, correspondiente. Es la puesta de largo de su composición. Es el instante más auténtico, engancha.

El resto del show llega tarde a nuestra cadena pública. Una escenografía con elementos que eran novedosos en el primer Operación Triunfo (las luces cegadoras, por ejemplo, de encima de la escalera...), un escenario sin profundidad, que da un toque claustrofóbico, una sintonía noventera y unas cabinas que sirven para ir expulsando a los concursantes, con una dinámica difícil de entender: pues la emoción se construye para el público del plató, no para el espectador desde casa.

Pero, sobre todo, The Hit no funciona porque no tiene entidad. No se entiende. Al final, se trata de un show que quiere hacer espectáculo con una sucesión de compositores, que compondrán temas maravillosos, pero que cantan tirando a mal. Y un talent show musical debe sonar bien. Muy bien. Además, en 2015, la televisión se merece escenografías que sorprendan más allá de una guitarra y un piano. Y la audiencia sigue esperando temas reconocibles o, en caso contrario, que asombren. No una sucesión de infinitas canciones tristes de amor o superación. Sin variedad, sin intensidad, sin ritmo. Porque sin show, un talent show no es un talent show. De hecho, la premisa de buscar un 'hit' a través de compositores es más interesante a través de un docushow, bien narrado, que favoreciera construir la identificación y empatía con los participantes a través de su vida diaria, frustraciones, aspiraciones y triunfos.

The Hit no es, por tanto, un espectáculo competitivo para el prime time. Es aburrido. Incluso desconcierta a la audiencia, al realizar mal elipsis temporales: se intentó hacer creer en un determinado momento que había pasado una semana en la grabación, pero todo seguía igual ¡Cantizano vestía la misma ropa!. Sólo se habían cambiado de vestuario los concursantes y los artistas invitados. No se entendió, claro.

Mal comienzo para The Hit, que la próxima semana intentará subir el share con la presencia de Pastora Soler. Aunque, sin la expectación del primer día, el programa se irá desinflando aún más las próximas semanas al no enganchar en el estreno.

EL PROBLEMA DE LAS DISCOGRÁFICAS EN ESPAÑA

También las discográficas deben analizar su paso por The Hit. Las compañías de discos acuden a este tipo de formatos a cambio de promo para sus artistas. Eso les honra, pero no saben renovarse en la estrategia de marketing: enfocan la promoción con efectismos desfasados, que sólo entorpecen al discurrir del espacio: como entregar un disco de oro en plató, una fórmula noventera de la que el público ya está inmune y sólo denota una falta de ideas. También se mantiene la apuesta por el playback (Dalma, ayer), contradictorio en un show de estas características y que termina evidenciando que las propias discográficas no confían en la calidad del empaquetado sonoro del concurso, pero se sienten obligadas a ir porque no cuentan con muchas más ventanas.

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