OPINION

Imputados, Ni-Nis, Paquirrín... El asesinato del talento en prime time

PAQUIRRIN GHVIP
PAQUIRRIN GHVIP

Kiko Rivera, hijo de la condenada Isabel Pantoja, fichado por Gran Hermano VIP; Sonia Castedo, la alcaldesa imputada, fichada por Un tiempo Nuevo; La Pechotes, amiga (y experta en selfies) del Pequeño Nicolás, contratada por Todo va bien...

La televisión hace mucho tiempo que dejó de premiar la perseverancia, la honestidad, el esfuerzo y el talento. Más bien, parece que los grandes cachés premian lo contrario: la picaresca nacional. Ya no se necesitan horas y horas de preparación para lograr aparecer en un programa de éxito. Cuanto más desconocimiento del medio y más manipulable seas, incluso mejor para conseguir que te fichen.

Una crisis de valores, fruto de maratonianas jornadas de una programación que busca el dato más fácil de share. No siempre se logra. Sólo cuando el protagonista conecta con el deporte nacional: el cotilleo de patio de vecinos que a una parte del público indigna, a la otra enerva y con la que una inmensa minoría se identifica. Pero la cuestión es que, en muchos casos, este patio de vecinos televisivo funciona y es rentable.

Y ese es el problema: existe cierta audiencia que termina idolatrando a determinados protagonistas con cuentas abiertas con la justicia. De hecho, hasta se recibe con vítores en platós a personajes turbios como el Pequeño Nicolás. Desolador. Ya existen generaciones que no conocen la tele más creativa, aquella que se construía con interminables jornadas de ensayo, ideas y trabajo. A estas generaciones se les transmite que triunfar en la vida significa que te seleccionen en un reality o acostarse con el ex de la hija de una folclórica que, a su vez, está encarcelada. Porque si lo haces, el Sálvame Deluxe, como mínimo, lo tienes asegurado. Al mismo tiempo, para otros espectadores, sin embargo, poner un canal como Telecinco equivale a preguntarte con perplejidad: "¿pero quién es ese y por qué le están entrevistando durante horas?".

RENTABLES JUGUETES ROTOS

No sirve de nada estudiar una carrera. Ni prepararse en un estudio de actores. Ni forjarse en la radio. No. Una parte de la sociedad empieza a tener la percepción de que sólo hace falta enrollarse con alguien o corromper algo para ser fichado con bombo y platillos. O participar en Mujeres y hombres y viceversa. O desnudarte en una isla.... O simplemente tener buena percha, aunque no sepas ni hablar. Total, enseguida van a considerar que eres lo suficientemente VIP como para que te fichen en un reality de supuestos VIPs. Y así todos estos programas se nutren los unos a los otros en un micromundo de indudable rentabildad.

Lo que las víctimas sociales de este tipo de televisión no saben es que esta fama, salvo excepciones (Belén Esteban es un fenómeno aparte), es inevitablemente efímera, que sólo construye juguetes rotos y que los destruye cuando ya no sirven para propulsar la cuota de pantalla. Te usan y te tiran. Sin compasión.

A nivel televisivo, nadie discute que GHVIP, por ejemplo, es formato muy bien hecho para enganchar al público. También Sálvame. Sus responsables sí que cuentan con mucho talento para crear este magnético universo televisivo. Y España es un país enganchado a esta forma de entretener en la tele. Por algo será, entretiene y no deja indiferente. Pero esa tele con gancho será mejor si contextualiza las circunstancias y premia la honestidad por encima de la trampa.

Deben existir todo tipo de formatos y el espectador debe también poder elegir. La pequeña pantalla ya tiene casi 60 años en España. No hay que ser mojigatos. La tele, como la sociedad, debe ser plural. Debemos tener formatos para todos los gustos. Pero la televisión también ha de ser comprometida con su sociedad y su futuro. Y no quedarse en el todo vale por la audiencia porque eso se puede convertir en un peligroso efecto boomerang.

ESTAR EN BOCA DE TODO EL MUNDO ¿A CUALQUIER PRECIO?

Gran Hermano es un formato redondo. Y su canal, Telecinco, es la plataforma perfecta, pues está en boca de todo el mundo y tiene a la gente adecuada para dar ese juego. Eso es clave en su éxito. Pero sólo hay que darse una vuelta por el mando a distancia de otros países para sorprenderse y darse cuenta, con envidia, de que la diversidad en los programas de entretenimiento es posible. Más allá de lloros, conflictos poligoneros, bolos de discoteca, sobredosis de cantantes del lerele y emociones de corchopán. Necesitamos alternativa competitiva real en programas de entretenimiento. Y ahora mismo no existe. En ninguna cadena.

No puede extenderse la percepción de que la audiencia española sólo consume espacios que fichan lo peor de cada casa. Eso es simplemente falso. Pero lo cierto es que este tipo de tele hace mucho ruido, está anulando la creatividad (y a sus cadenas rivales, sin capacidad de reacción) y fomentando el sentimiento de que el público sólo valora el morbo exprés. Ver a Kiko Rivera tirado en un sofá, creyéndose cantante, o a Víctor Sandoval sobreactuando en su espera a la aparición de Nacho Polo (que llegará). Tramas adictivas para muchos, sin duda, muy bien contadas, sin duda, pero ya estiradas en demasía. ¿El espectador español sólo quiere esto? Como diría el polígrafo de la verdad de tu vida: eso es... mentira.

Más allá de todo este fast food catódico, no nos cabe duda de que en la televisión seguirá triunfando la espontaneidad, la imprevisibilidad, la creatividad y la sorpresa. Si se hace bien. Y si viene con talento verdadero arrasará. En todo tipo de géneros. Ese debe ser el (único) camino. Un camino en el que se puede jugar, ser traviesos, ser políticamente incorrectos e incluso feroces pero en el que jamás deberían tener cabida los imputados por la justicia como Sonia Castedo que, en realidad, no sirven ni para subir el share. Espantan a la audiencia con una indignación que corre en busca de otras ventanas al entretenimiento. Es el momento de apostar de verdad por 'un tiempo nuevo'. La televisión se puede querer un poco más a sí misma.

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