OPINION

La rentabilidad del bipartidismo en política (y en televisión)

pablo iglesias la sexta noche
pablo iglesias la sexta noche

Moros o Cristianos. Tigres contra Leones. Villarriba y Villabajo. Esteban versus Hormigos. Antena 3 y Telecinco. Izquierda o Derecha. Criadas y señoras. Ricos y pobres... El enfrentamiento entre dos bandos, tan simples como identificables, siempre ha sido sinónimo de éxito. En televisión, y en política.

Salvo excepciones, los medios de comunicación de masas, en su búsqueda de las grandes audiencias, priorizan el mensaje instantáneo. Es decir, el efectismo que es fácil de entender y con el que se empatiza al momento. Y nada más fácil de captar que el conflicto de contrarios. Estás con un bando o con otro. Sucede en la narrativa más clásica, en las series, en el deporte, los reality shows y, también, en los programas de política, donde se dibujan dos bandos claramente definidos, de forma muy simple.

De hecho, los responsables del marketing de la política incluso crean términos para potenciar esa división. Triunfan los mensajes básicos que se quedan marcados en la masa para siempre. El "estás conmigo o contra mí" de siempre. Tú eres casta o no eres casta. Tú eres radical o no eres radical. Eres de arriba o eres de abajo. E incluso ocurre desde agrupaciones que teóricamente venían a romper el llamado bipartidismo político, como Podemos. Ellos ya acuñan el mensaje de que las próximas elecciones se pelearán exclusivamente entre Podemos y el PP. De nuevo, el bipartidismo a flote debido a la importancia de posicionar dos marcas identificables que consigan reunir la mayor cantidad de votos y que los votantes no se dispersen.

Al final, se siguen reproduciendo los mismos roles como eficaz arma para definir mensajes sencillos de éxito, sin entrar en elementos que se salgan del patrón y que quizá el gran público no entienda a un superficial golpe de vista. Pero la sociedad no es ni blanca ni negra. Es de infinitas tonalidades y sensibilidades. También la televisión, también la política. Somos un país que lleva enquistado en su ADN el concepto de blanco contra negro. Todo deriva de nuestro pasado y nuestra historia. Y los programas de debate político lo aprovechan enfrentando posiciones. ¿Algún día superaremos la España de las dos trincheras?

Porque las etiquetas son muy efectivas para subir el share rápido, pero también provocan soufflés que, enseguida, se desinflan. Y, sobre todo, dejan fuera a un enorme sector de la población que no se siente identificada con el juego de la lucha de titulares constante.

Un bipartidismo que, además, corre el delicado peligro de basar su existencia en la mera confrontación, en derribar al contrario como sea, en lugar de construirse sobre la defensa de unos argumentos sólidos que te distingan del otro. Pero es que, ante la falta de argumentos, lo más práctico no es decir lo que eres, sino lo que no eres. Y si tu definición depende de los errores del otro, no habrá un futuro consistente. Tigres, leones, todos quieren ser los campeones...

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