OPINION

Los Goya 2015: 9 aciertos y algún error de la gala de Dani Rovira

dani rovira ganador goya
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Rosa María Sardá, Andreu Buenafuente, Eva Hache son algunos de los mejores presentadores de la historia de Los Goya. Una lista a la que, desde esta noche, se suma Dani Rovira. El cómico ha salido airoso gracias a su experiencia en los escenarios y su intuición con el público. Ha capeado cualquier temporal hasta abrazar nueve líneas maestras para acercar el cine, y cualquier arte, al espectador a través de la televisión.

1. La emoción. La gala arrancó con rostros reconocibles del celuloide... ¡cantando!. Un excelente montaje de imágenes que fusionaban grandes clásicos de nuestro cine hasta terminar en diferentes generaciones de actores interpretando, en el mismo escenario, el mítico 'Resistiré'. Desde Ana Belén hasta Asunción Balaguer. Más que un guiño, una simbólica y emocionante unión contra la adversidad. Todos a una.

2. La fuerza. En 2015, la gala de Los Goya no ha sido sólo un escaparate de lamentos y ha evidenciado que el cine valora al espectador que acude a la salas. El show no ha estado enfocado a la queja a las instituciones, la ceremonia ha preferido agradecer los resultados de taquilla al público. Su razón de ser.

3. La concisión. Dani Rovira bordó un monólogo en el que evidenciaba que se puede contar mucho en sólo un minuto. Era comedia, claro, pero marcó las bases para que los premiados no alargaran sus agradecimientos en el tópico familiar. No causó demasiado efecto el aviso, no. Algún día los galardonados entenderán que también son arte y parte del show. Mejor espontaneidad que olvidables saludos a toda la parentela. No pasa nada, siempre te puedes tocar la oreja para mandar abrazos a la familia.

4. Los planos de reacción. Este año, la gala ha mejorado su iluminación y escenografía en un auditorio en el que no es fácil una retransmisión televisiva, pues no está equipado para una ceremonia de estas características, ni cuenta con fondo de escenario (inexistente) ni amplitud del patio de butacas (muy inclinado). Aún así, el realizador supo enseñarnos, a tiempo, las caras de reacción de los interesados durante los agradecimientos, los desagradecimientos o los discursos. Incluso el rostro del propio ministro Wert, o de los responsables de RTVE.

5. El patio de butacas. A lo Ellen DeGeneres (o, en su defecto, a lo Isabel Gemio), Rovira también interactuó con la grada. Y bajó la escalera. Tenía guión, sí, pero constató su rapidez de reflejos para la buena improvisación. Los actores (y políticos) del patio de butacas deben de ser los grandes protagonistas de la ceremonia. Porque la espontaneidad de las estrellas mueve el show de la tele. Y Rovira lo jugó a su favor con respeto, ironía y gracia.

6. El gag recurrente. En un buen guion, no debe faltar la broma que va y viene durante  la emisión. Desde el inicio el presentador intentó vender su coche. Convenció a unos cuantos. Pero, al final, no pudo resistir regalárselo a Pe, Penélope Cruz. Que lo necesitaba fervientemente, por supuesto.

7. La autocrítica. En Los Goya 2015 hubo sano hueco para reírse de si mismos. Mucho, especialmente recordando el terrible número musical del año pasado. De hecho, uno de sus protagonistas de la entrañable coreografía, Adrián Lastra, se desquitó bailando claqué junto a Rovira. Ya hemos olvidado aquel caos, va. Perdonados.

8. El Interné. La televisión en directo y las redes sociales no son medios dispares. Al contrario. Juntos logran una superplataforma por exprimir. En este sentido, TVE acertó abriendo una emisión secundaria que fue primaria en creatividad: una de las grandes revelaciones de la noche gracias a una cantera de profesionales de RTVE (Arturo Paniagua, Agus Alonso, Paco Tomás, Paula Aller o Miguel Campos). Por su visión inteligente, sincera y canalla de la televisión. Por hacer más entretenido un largo evento que debe dejar de ser tan encorsetado. Ellos han conseguido derribar tópicos. En rtve.es consumaron una emisión desenfadada y sin estrecheces. Además, el portal de la cadena pública ordenó visualmente, con su particular radar, lo mejor de Twitter, Instagram, Vine y demás viralidades.

9. El amor. Ganó Rovira, ya es un Goya al Actor Revelación. No se aplicó a sí mismo lo de ser breve al discurso. Aunque, en su caso, no hizo falta. Se quitó las corazas, tan habituales de las estrenas autóctonas, y declaró su amor en público. A Clara Lago. No pasó nada. Lo realizó con una naturalidad que debería ser habitual. Pero no lo es. Así, sin proponérselo, empatizó con los sentimientos del espectador. Con su verdad, que ha traspasado la ficción.

La debilidad: la difícil lucha contra el aburrimiento. 

La Academia y TVE deben construir mejor la escaleta. Falta visión de show televisivo. El ritmo se rompió cuando se incorporaron actuaciones largas y anticlimáticas, innecesarias, como la de Alex O'dogherty, que es muy grande en su contexto pero su forzado momento de anoche invitaba a la desconexión. Tampoco ayudó un miniconcierto de Miguel Póveda. ¿A qué venía a la una de la mañana? La grada ya estaba atacada. Había ganas de escapar. Y no hubo escapatoria, ni durante los spots del cine que viene. Otro invento que fue un obstáculo para la emisión. Se pueden vender los próximos estrenos de otra forma, sin anuncios insípidos que parezcan contenido de relleno de las tantas de la madrugada de un canal residual. Estas promociones producían el efecto contrario de lo que pretendían. Ya que TVE no tiene publicidad, no hagas otro tipo de (mala) publicidad.

Y es que, para poder masticar un programa tan largo, aún nos falta espectáculo real en la música, en las ráfagas de transición, en el instinto del show de los discursos (Banderas leyendo un pergamino eterno. ¿Por qué leer? Quizá se confundió con el premio Cervantes)... sin olvidar, la importancia de comunicar la expresividad de las celebrities del público.

Todavía tenemos complejos con la oficialidad de un evento en tiempos en los que lo mejor es la espontaneidad, algún que otro giro de guion imprevisible, buena dosis de emoción, mucho feedback con la audiencia en tiempo real y, sobre todo, el poder de la cercanía. De ahí que Rovira haya salido ileso de esta exposición perversa llamada la lenta gala de Los Goya. Su cercana espontaneidad, curtida en cientos de monólogos, fue lo mejor de la noche.

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