OPINION

'Salvados' lidera con el desplante de Esperanza Aguirre a Jordi Évole

esperanza aguirre deja tirado a jordi evole
esperanza aguirre deja tirado a jordi evole

Ni el exitoso Gran Hermano Vip (que se impuso después) ha podido con el regreso de Jordi Évole. Y es que Salvados ha vuelto con un encuentro de alto voltaje. Siete años después del estreno del programa de La Sexta, Esperanza Aguirre aceptaba por fin la invitación. Se hizo de rogar.

La líder política, y experta en el titular efectista, apareció rumbo a un bar cercano a la sede del PP en la madrileña calle Génova. Llovía y, bajo su paraguas, ella caminaba tarareando una canción, consciente de que estaban grabado su recorrido y de que, en televisión, más vale ruido que silencio. Y es que Aguirre es una de las más astutas a la hora de controlar la importancia de la puesta en escena mediática. Conoce bien lo que tiene que consumar para contentar a los suyos, a su electorado potencial, intentando sembrar al mismo tiempo el mensaje idóneo en la opinión pública. Sea o no del todo real. Da igual, siempre algo de lo dicho queda en el imaginario colectivo.

Dentro del bar, esperaba Jordi Évole. Se estaba tomando un agua. Ahí, en la barra, comenzó una charla que, en principio, se disfrazó de distendida para terminar siendo una entrevista que se torció tensa.

AlóEspe fue el irónico nombre de la edición de anoche de Salvados. Se tituló así a petición de la propia invitada, que considera que La Sexta dedica demasiado tiempo a hablar de Pablo Iglesias, a pesar de ser el canal donde al líder de Podemos se le han realizado algunas de las entrevistas más duras. Pero eso no importa en la guerra de trincheras mediática, donde lo que se pretende es simplificar perfiles tanto de los medios como de los propios periodistas para crear prejuicios en el espectador y que estos prejuicios se traduzcan en rentabilidad electoral. Si un medio no te gusta, lo mejor es desprestigiarlo acusándolo de una tendencia más extremista de la que en realidad demuestra en el día a día. Acusa, acusa, acusa. Es de lo que se trata.

21.2 por ciento de share y 4.635.000 espectadores vieron la entrevista, que de nuevo, y como es habitual en Salvados, fue más que una entrevista: una conversación retransmitida para narrar al ciudadano una historia tan sencilla como compleja, cuidando al milímetro la importancia de la clarificadora realización visual. En encuadres, en miradas, en silencios, en planos de detalles del despacho (y de la vida de las calles que lo rodean). Así, se grabó también el recorrido de Aguirre y Évole desde el bar a la sede del PP. Un transparente viaje a las entrañas mismas del Partido Popular de Madrid, en el que ella no tardó en mostrarse en estado puro. Con sus filias y fobias. Con su control de palabra y su habilidad para esquivar o dar la vuelta a las preguntas.

Pero el tiempo estipulado se acabó y las preguntas no estaban gustando precisamente a la presidenta del PP de Madrid. Lo evidenciaba su rostro y su expresividad. Esperanza acabó la entrevista de radical forma unilateral. Miró el reloj y se levantó. "Ya hemos acabado, querido Jordi", sentenció. Ella misma se quitó el micro. Évole, por su parte, se quedó plantado en el sofá, con cara de resignación. La grabación había empezado media hora tarde, pero no hubo tiempo extra para cordialidades ni para despedidas. Ni un adiós dijo Esperanza.

A Aguirre le dio igual que todo estuviera siendo grabado. Su temperamento, carácter y personalidad primaron antes que el decoro. Y se marchó sin más. Y regaló un intenso momento a la historia de la televisión. Para sus fieles y para sus detractores. Fue, para bien o para mal, otra muestra de la forma de entender la política de Aguirre y de su relación con los medios.

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