Al Rojo Vivo empezó con nocturnidad. Sin demasiadas fanfarrias. Nació en La Sexta 2, un canal que no sabía muy bien lo que era, ya desaparecido. El debate llegó en horario de máxima audiencia, como una alternativa al resto de las cadenas generalistas y como contrapunto a las tertulias de canales que lanzaban el gato al agua.
Antonio García Ferreras, mandamás del canal verde, se ponía al frente de este formato que, poco después, encontraría su espacio en la franja matinal. Con gran éxito. Aupando la audiencia del canal verde y convirtiéndose en pilar estructural de la emisora.
Esa acertada reubicación en las mañanas es donde Al Rojo Vivo se ha consolidado como una referencia informativa en directo. Hoy cumple 1.000 programas en emisión en los que ha sabido fusionar el periodismo más despierto, el particular compás de los lenguajes televisivos y el análisis equilibrado. Porque Al Rojo Vivo tiene mirada propia, pero también busca la pluralidad que busca responder preguntas y huye de las trincheras que algunos políticos necesitan marcar a fuego en los periodistas.
En estos primeros 1.000 programas ha cubierto el adiós a las armas de ETA, la muerte de Adolfo Suárez, los acontecimientos del 15M, la entronización de Felipe VI, la última Diada desde la plaza de Catalunya o la irrupción de Podemos en el Parlamento Europeo. Los principales líderes políticos han pasado por el formato. Incluso Steven Spielberg concedió una entrevista a García Ferreras.
Antonio García Ferreras, con su característico sello, ha dotado al programa, además, de una intuición televisiva que marca los ritmos con la intensidad necesaria pero, al mismo tiempo, marcando también los límites. Un formato que se desarrolla desde una escenografía urbana, que recuerda a un rascacielos de Nueva York y que adapta la realización visual de los formatos de noticias de Estados Unidos, logrando transmitir, con más fuerza, esa percepción de periodismo vivo con una identidad definida con la que ha logrado la fidelización de audiencias: ser crítico, incisivo, divulgativo, directo, algo nervioso y, sobre todo, honesto con uno mismo.
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