OPINION

Los errores (recurrentes) al tratar la discapacidad en televisión

pedro sanchez pregunta la sexta noche
pedro sanchez pregunta la sexta noche

La televisión aún vive plagada de barreras. En muchas ocasiones no se ven, pero están. Las personas con discapacidad las sufren, ya sea por invisibilidad o por prejuicios.

Pedro Sánchez, líder del PSOE, pidió un aplauso para un chico con síndrome de Down que acababa de realizar una pregunta en La Sexta Noche. La reacción del líder socialista chocó. No pidió el mismo aplauso para todos los demás que le hacían preguntas, sólo para este chico al que, así, hizo sentir diferente.

La salida de tono de Sánchez en aquel sábado no es aislada, porque desde los medios de comunicación aún no se sabe cómo mirar a la discapacidad de frente. De igual a igual. Sin condescendencias, sin guiños de superación, sin ese "qué bien lo has hecho, campeón".

En un mundo diverso, las discapacidades son diversas. Ya sean intelectuales o físicas. Y los medios tienen la obligación de tomar el pulso a esa diversidad desde la naturalidad y cercanía que merece, no desde el desconocimiento y el prejuicio.

Porque lo cierto es que la condescendencia prima casi siempre en el enfoque de estos temas. Y este enfoque es un arma peligrosa, pues sólo amplifica una brecha que ya no debería existir. Es lo que sucedió a Pedro Sánchez y también acostumbramos a ver en diferentes entrevistas en multitud de programas. De informativos a magazines.

El paternalismo o la mirada compasiva por encima del hombro son los ingredientes más habituales cuando se aborda la discapacidad en televisión, en lugar de tratar a los entrevistados de tú a tú, con sencilla sensatez, como con cualquiera. Sin embargo, parece que la televisión se empeña en remarcar lo que diferencia a discapacitados y no discapacitados en vez de destacar lo que tenemos en común, que es todo.

Cuando aparecen personas con discapacidad en noticias o reportajes, los programas suelen usar el símil del superhéroe a la hora de hablar de sus circunstancias diarias. Estas historias pueden tener un indudable interés humano pero, a menudo, esta comparación no ayuda y el tratamiento malogra el mensaje final que se transmite a la audiencia. Lejos de normalizar, la discapacidad se trata como algo ajeno al espectador que no la padece o la tiene cerca cuando, en realidad, debería ser tratada como parte intrínseca de la propia sociedad, de la propia vida, de la vida de todos.

Las personas con discapacidad también son prácticamente invisibles en nuestras ficciones. Si aparecen, lo hacen representando el rol de persona con discapacidad. Como si la vida de esa persona se redujera sólo a eso. No existen en las series personajes con discapacidad que vivan su vida por encima de su discapacidad. Tampoco hay profesionales con discapacidad en otros programas de primera línea. Esta diversidad se esconde y, salvo excepciones, se relega a la sensiblería o la telelimosna.

Pero la televisión, como reflejo de la sociedad, jamás debe temer miedo de plasmar esa diversidad. De forma real y natural. Sin excluir, sin crear guetos, sin pedir aplausos diferenciadores. Centrándose en el que debe ser su verdadero cometido: fomentar una sociedad sin barreras, ni arquitectónicas ni psicológicas.

@borjateran

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