OPINION

Eurovisión 2015: la realización de la primera semifinal suspende a golpe de zoom tembloroso (a lo Barrio Sésamo)

eurovision 2015
eurovision 2015

Eurovisión es el gran espectáculo televisivo del viejo continente. Incluso en Estados Unidos no hay nada parecido. Te puede gustar más o menos, pero a nivel catódico es un producto impecable: excelentemente realizado con la más vistosa capacidad escénica de la pequeña pantalla actual.

Siempre (o casi siempre) el eurofestival es ejemplo de realización visual perfecta. Ejemplo para los futuros realizadores de televisión. Los diferentes encuadres de las cámaras bailan al ritmo de la música con planos milimetrados. Calculados casi al frame, tras horas de visionado, ensayo y tiempos cronometrados. Nada falla. Funciona como un reloj. Al compás de las propuestas de los distintos países, para que el espectador vibre con cada actuación al mismo tiempo que no se pierde nada.

Sin embargo, la primera semifinal de Eurovisión 2015, que organiza la televisión pública de Austria, ha hecho de menos a la propia esencia televisiva del festival.

La realización ha supuesto una involución, parecía más de una gala de fin de año sin tiempo suficiente para ensayar que lo que acostumbra un acontecimiento de estas características.

Tras un arranque caótico con la aparición de Conchita Wurst, el discurrir de las actuaciones se ha traducido en una retransmisión sucia. Con cámaras temblorosas, zooms que no atinaban su enfoque y una steadycam (cámara que se mueve por el escenario) que hacía sombra a los participantes. En ese sentido, la iluminación tampoco fue redonda.

La primera semifinal, en su emisión televisiva, fue un programa sin alma. La realización abusó de los zooms (lejos-cerca) al estilo de Barrio Sésamo. Atándose a esta artimaña visual todo el rato. Da igual que cantara Estonia, Macedonia, Rusia o Grecia. La estructura se repetía.

En un país, donde el Concierto de Año Nuevo siempre logra un festín visual espectacular, en la que siempre se innova, la primera retransmisión de Eurovisión 2015 no ha conseguido aprobar con la nota que obliga Eurovisión: el show de televisión perfecto, donde la imagen va con la cadencia de la música sin tambaleos y sin objetivos mal equilibrados.

Una realización que no ha sacado partido al pabellón donde se realiza el acto. De hecho, el lugar parece más pequeño de lo que es. Al contrario de lo que sucede a través de la pequeña pantalla habitualmente. El escenario no ayuda, en vez de ser vertical como el de 2014, esta edición cuenta con un techo de tubos, a modo de sombrero bajo, que convierte el espacio en más claustrofóbico. Por no hablar de la presencia constante de las banderas de los eurofans que se colaban en exceso en diferentes planos de las actuaciones al tener las cámaras colocadas muy abajo (en la imagen de arriba), tapando a los cantantes y llegando a ser un obstáculo molesto para el espectador.

Aún hay tiempo de que solucionen este desaguisado visual de aquí a la final del sábado, donde interpretará Edurne su Amanecer. De momento, ha sorprendido para mal. Porque Eurovisión es el paradigma de lo opuesto que hemos visto.

Muy diferente fue a la organización del año pasado, que hasta en los créditos consumó una coreografía de imágenes perfecta que contagió la eléctrica emoción del chimpún final hasta las casas europeas. Incluso hasta a la hora de esperar a meter la sintonía y los créditos, cuadrándolos cuando termina de recalcar Conchita Wurst su segundo improvisado 'gracias'. La realización que esta medida y, al mismo tiempo, observa y escucha (a partir de 3:33:10):

http://www.youtube.com/watch?v=EpS9r_EqSWg[embed]

> Las debilidades y fortalezas del primer ensayo de Edurne

@borjateran

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