OPINION

Los tentáculos de Eurovisión en las redes sociales: una táctica calculada

edurne ensayo
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Eurovisión está de 60 cumpleaños. Un aniversario que el eurofestival celebra en buena forma. De hecho, el interés por la competición se ha multiplicado en las últimas ediciones. Incluso el Telediario ha dedicado piezas informativas sobre cómo han transcurrido los ensayos de Edurne.

El festival vuelve a estar de moda. Interesa con fuerza en tiempos en los que la gran competencia televisiva no da tregua.¿Cómo seis décadas después el fenómeno de eurovisión está en expansión? La UER ha sabido aprovechar la fuerza de las redes sociales para calentar motores ante la gran final y generar una expectación extra del evento.

Los responsables del festival tuvieron claro que debían abrir los ensayos a los eurofans. Una decisión que, a priori, puede parecer que resta sorpresa a la gala final, ya que se descubren los ases en la manga que guarda cada país participante. Sin embargo, el intenso clima de opinión, que propician los ensayos abiertos al público, juega a favor de la promoción y autobombo del festival.

Eurovisión se ha convertido en un producto viral que perdura durante meses. Y los ensayos ya en el decorado, examinados por los eurofans, in situ, terminan siendo una terapia de choque para los comités organizadores de cada país, que lo sufren. A veces, hasta de forma injusta. Pero, en cambio, ese aperturismo entiende la esencia participativa de las redes sociales, convirtiendo los prolegómenos de Eurovisión en un reality de la trastienda del show, que se consume por Twitter, Facebook, Instagram y Youtube, donde la UER también comprende la importancia de colgar píldoras cortas que se comparten más fácilmente por los perfiles y los muros.

De esta forma y gracias a los contenidos propios producidos sólo para la red, el eurofestival amplifica la percepción social de gran acontecimiento más allá de una gala televisiva, que, por cierto, no ha evolucionado demasiado en los últimos años.

Los eurofans se sienten más partícipes que nunca del espectáculo que 'aman'. Y Eurovisión se hace más consistente mediáticamente. Así, amplifica el interés en la emisión de la final porque parte del público se contagia de ese ruidoso murmullo eurofan e interioriza la percepción de que se va a producir un evento sin parangón. Hay que verlo. O no tendrás de qué hablar.

Porque, además, Eurovisión reúne los requisitos del programa viral perfecto en época de postureo y redes sociales: los euroseguidores quieren aprovechar el tirón mediático del festival para lucirse. Aunque no tengan idea de cómo funciona realmente la televisión, aunque no sepan crear propuestas escénicas mejores. Su apasionada opinión se transforma en un propio show.

Es la televisión que hace sentir a la gente partícipe y con poder. Eurovisión ha entendido esta premisa de las redes sociales antes que nadie. Porque Eurovisión siempre ha ido un paso adelante. No sólo en la tecnología o en la innovación de la realización (vale, esto este año menos), también en el avance de libertades individuales. El festival es un punto de encuentro a la libertad en su expresión más televisiva. De Dana Internacional a Conchita Wurst. La música sirve de nexo de mayorías y minorías, uniéndonos y rompiendo tabúes.

Y esa intuición de ir por delante, se mantiene intacta. Así ha sucedido también con las redes sociales. Lo fácil había sido cortar alas a los eurofans hasta la emisión televisiva, para no obstaculizar el trabajo de los profesionales y no crear spoilers. Pero no, se ha apostado por el debate que se traduce en una mayor expectativa para un evento que sigue rompiendo las audiencias. Sin miedo a la viralidad. Sin miedo a las nuevas ventanas de consumo televisivo.

@borjateran

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