OPINION

El día que el espectador pareció dejar de importar a las cadenas de televisión

vis a vis antena globomedia
vis a vis antena globomedia

Un número. Un porcentaje. Una cuota de pantalla. La audiencia es determinante para una compañía privada de televisión, pues la publicidad se vende a través de resultados de los audímetros. El problema llega cuando, en la caza y captura del dato de audiencia, se despista y damnifica a los espectadores.

En los últimos años, la feroz batalla por las audiencias, especialmente entre Telecinco y Antena 3, ha propiciado que se haya descuidado al principal cliente de cualquier canal, grande o pequeño: los tele-espectadores. Lo único que parece importar en esta contienda es el intangible share, un porcentaje que surge del volumen de personas que están delante del televisor.

Y los anunciantes han claudicado con este promedio, aunque, para ello, sufran los constantes trucos de los programadores, con programas que se estiran hasta la madrugada o shows que se fragmentan, con copyrights sobreimpresionados en pantalla, cuando en realidad se trata de la misma emisión. Ocurre incluso en el Telediario, cuando al acabar los titulares de sumario se introduce un copyright que aparece sigiloso en pantalla, a pesar de que sólo acaba de arrancar el informativo.

Son las artimañas para que los programas tengan más audiencia. Hay muchas. Vemos el liderazgo de un programa a través de su share, pero no nos fijamos en que su fortaleza más tangible es el número de espectadores. Y, en esta guerra entre cadenas, los programas y series terminan bailando de día sin piedad. Las cadenas piensan más en su cadena rival que en su público objetivo.

Un ejemplo: Vis a Vis era un rotundo éxito los lunes. Esta semana, de repente, los espectadores se han topado con que ya no está en su franja. Incesantes promociones lo han anunciado. Antena 3 ha movido la serie, casi por sorpresa. Tocaba lanzar Pekin Exprés, que no convenía enfrentarlo contra los aventureros de Supervivientes. Resultado: los lunes, la ruta de Cristina Pedroche; los jueves, las perturbadoras presidiarias. Intentando debilitar, de paso, al reality de Telecinco con una ficción que ha demostrado su solidez.

Y, claro, como las grandes cadenas se han fusionado con otras más jóvenes (Cuatro y La Sexta), sus decisiones tácticas también arrastran a las hermanas pequeñas. Algunas veces heredan ropa vieja, otras tienen que aguantar la predominancia del canal principal. De ahí que un cambio de día también propicia un efecto dominó en la segunda división televisiva. Si Vis a Vis se mueve al jueves, Vis a Vis no puede competir con otra serie de producción propia de Atresmedia en los jueves, como Refugiados, de La Sexta. Así que otro cambio de cartas, Refugiados al lunes. Un galimatías, vamos.

Es el complicado y necesario tetris que deben hacer las cadenas de televisión privadas para arañar puntos (o simplemente décimas) de share que impulse su media mensual. Porque, en televisión, manda la media mensual. No tanto la fidelidad de los espectadores. Y de esto no se libra ni Televisión Española, que, a pesar de estar hundida en audiencias por una desconexión ciudadana por la pérdida de credibilidad empujada por la nefasta gestión política, tampoco se preocupa por cuidar a su público fiel, escondiendo en la programación determinados formatos (como Alaska & Segura) que bien podrían ser referente de la esencia social de la emisora.

La política parece estar viviendo un comienzo de regeneración donde importan más las personas. Esa es la tendencia: la humanización. La televisión tendrá que aplicarse el cuento y analizar la importancia de respetar más a sus targets objetivos. Porque los movimientos para mantener o aupar el share a corto plazo, también pueden propiciar una pérdida de fidelidad de los espectadores a medio tiempo. Terminan desconectando, terminan perdiendo la fe en el producto y en su estabilidad en la parrilla.

Porque la complicidad entre un canal de televisión y su audiencia se consigue con contenidos con los que el espectador se sienta identificado y reconocido, por supuesto, pero también a través de una programación que no juegue al despiste. Una programación que no es creíble. Que no diga que empieza un programa a una hora y luego se retarde, como costumbre, para arañar más cuota de pantalla. Que no se afiance un producto y que luego bailen sus horarios y días de emisión. Porque, al final, los mejores targets publicitarios se terminan fugando. Las redes sociales y los nuevos consumos a la carta nos han hecho menos pacientes y menos fieles. Por tanto, la cadena que más cuide al espectador, a través de una parrilla de confianza, ganará puntos y público de calidad frente al rival. Porque, aunque se les olvide a sus directivos, el cliente final y real de la televisión no es un porcentaje abstracto de share: es el espectador con nombre propio.

@borjateran

Y ADEMÁS…

El fin de la dictadura del audímetro

Razones por las que no podríamos hacer ‘Juego de Tronos’ en España

¿Por qué las series y los programas empiezan y terminan tan tarde?

5 prejuicios sobre TVE que debemos derribar para tener una televisión pública mejor

¿Qué ingrediente le falta a los programas de hoy?

Claves para entender las audiencias de 2014: razones de los éxitos y fracasos

Mostrar comentarios