OPINION

'Anclados': claves de un éxito que tenía todas las papeletas para fracasar

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Aunque ayer hizo mínimo de audiencia (16%), la telecomedia es lo más visto del lunes.

'Un vacaciones en el mar', sin mar. Un crucero, sin crucero. Un rodaje en el que cayeron por la borda actores que habían sido anunciados (como Daniel Guzmán). Unas malas promociones previas, poco acertadas y sin mucha gracia. Los gurús, por tanto, presagiaban que la nueva telecomedia de Globomedia para Telecinco iba a ser un desastre.

Pero, sin embargo, Anclados ha sido un éxito. Ha sabido jugar sus cartas como prime time de entretenimiento. ¿Cómo? Construyendo una oda al chiste malo. Porque en el contexto de Anclados sucede un fenómeno que hay que estudiar: el espectador puede sorprenderse a sí mismo riéndose de una gracieta que a priori no tiene ninguna gracia. Pero se ríe. Funciona. La serie lo consigue con unos guiones que no tienen miedo al ridículo y unos actores perfectos para dar vida cualquier delirio por muy surrealista que sea.

Anclados no es una telecomedia tan redonda como Aída. Esta vez los creadores de la spin off de 7 vidas no han dado con la misma puntería en la diana. Quizá porque aquí no hay ni la taberna ni el barrio en el que (casi) todos nos sentimos reconocidos. Esto es un crucero que no disimula que es un decorado instalado en un plató de un polígono, entre los secanos pueblos de Fuencarral y Alcobenadas.

Aún así, la serie ha disimulado sus carencias escenográficas, apostando por unas transiciones 'acuáticas' en dibujo animado. De esta forma, se otorga a la ficción una mayor identidad de cómic. Y es que Anclados es eso: un cómic. Con un segurata, Fernando Gil, que interpreta al típico segurata (tonto); una chacha, Rossy de Palma, que interpreta a la típica chacha; con una pija fracasada, Ursula Corberó, que interpreta a la típica pija fracasada y con un Joaquín Reyes que interpreta al típico Joaquín Reyes (y, de paso, con el fichaje chanante se da un toque hipster a la esencia mainstream de la comedia).

Todos dan forma a unos guiones que rozan lo infantil, perfectos para los calores de esta entrada al verano que nos está tocando vivir. Incluso hay una piscina, en el centro de plató, como la de El Gran Juego de la Oca. Aunque sin oquettes, sin el cámara submarinista y sin Emilio Aragón, sólo con figurantes chapoteando, tan descamisados como sobreactuados, que sirven para dar dinamismo a los fondos de plano de una serie que cuenta con los requisitos para triunfar en Telecinco: escenografía muy luminosa, casting que entra por los ojos, diferentes perfiles de personajes para atraer la complicidad de variopintos rangos de edad (de la nostalgia ochentera con Rossy de Palma y Loles León, ayer, a la enamoradiza adolescente hija de la capitana pirata,Miren Ibarguren), tramas en las que es fáciles reengancharte sin perder el hilo, floja competencia en los canales rivales (con productos complementarios como Pekin Express, para otros targets), mucho despelote y, sobre todo, no pretender ser otra cosa de lo que se es: un producto evasivo sin más. Y ahí radica la inteligencia de Anclados.

@borjateran

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