Los archivos de TVE esconden cientos de memorables horas del Un, dos, tres... responda otra vez. Momentos que se vieron por la tele, y otros que no se vieron. Porque la grabación, sólo tres días antes de la emisión, era un puzle de momentos. Los grandes números musicales se producían en una jornada completa y, al día siguiente, era turno de la grabación del concurso. Y ahí es cuando entraba el público en plató, unos espectadores que acudían al estudio todavía con una visión ingenua de la televisión.
Mayra Gómez Kemp, antes de grabar, explicaba a los asistentes la dinámica del rodaje del programa. No iba a ser como se veía por la tele, incluso igual se hartaban de estar allí. Había que mantener la emoción, aunque los actores se equivocaran y se parara de grabar o tocara repetir. Mayra era la propia animadora del público. Ella misma daba las didácticas directrices para que la grada se dejase llevar, al fin al cabo, por la emoción de sentir un programa tan genuino como aquel Un, dos, tres... responda otra vez, a pesar del desgaste y cansancio que suponía la maratoniana grabación, en la que era clave que los asistentes mantuvieran la pasión hasta el final.
Y Chicho grababa también estas explicaciones de Mayra. Porque Chicho grababa mucho. Bueno, y malo. Para, así, poder aprovecharlo en el montaje final del show. De ahí que, en estos prolegómenos, no enfocara nunca a Mayra. El maestro de la televisión apostaba por una realización multicámara con planos con rostros del público, que estaba reaccionando a los consejos y comentarios de la popular presentadora. Se reían al escuchar los guiños de Gómez Kemp.
Ibáñez Serrador aprovechaba después esas reacciones espontáneas, que se producían antes de empezar el rodaje del programa, para incorporarlas en postproducción al resultado de emisión del espectáculo. Es decir, a veces podía aprovechar alguno de esos planos para arropar el chiste de un cómico o la decepción por la pérdida de un premio, aunque el careto no se hubiera producido en el momento real.
Porque Chicho Ibáñez Serrador siempre tuvo clara la importancia de transmitir por la tele la espontaneidad (verdadera) del público. La reacción del público era real, aunque fuera antes de empezar a la grabación. Ahora ya directamente se dice a la gente 'vamos a rodar planos de risa para luego meterlos en montaje'. Son otros tiempos, la televisión ha perdido una ingenuidad que no vendría mal recuperar en ciertos formatos de entretenimiento.
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