OPINION

El efecto boomerang de la 'manipulación' en TVE: el gobierno es el principal damnificado

ANA-BLANCO-TVE
ANA-BLANCO-TVE

Los informativos de Televisión Española viven un hundimiento de audiencias sin precedentes. La edición de las nueve de la noche, estandarte de la cadena, se ha quedado por debajo del diez por ciento de cuota de pantalla por primera vez en su historia, a pesar de contar con Ana Blanco como reputada comunicadora. Los Telediarios, por tanto, no han aprobado el examen de las audiencias de junio, quedando relegados a la tercera opción, por detrás de Telecinco y Antena 3.

La cadena pública ya no es sinónimo de credibilidad, y las alarmas han saltado en TVE. De hecho, incluso se habla de realizar cambios en los rostros de los espacios de noticias para recuperar el interés del público. Pero el problema no está en los presentadores.

La crisis de audiencia de la cadena pública estriba en el evidente control político de unos informativos que han pasado de ser valorados por su pluralidad a convertirse en ejemplo de malas prácticas periodísticas.

TVE no debe ser La Sexta, tampoco debe ser Telecinco. TVE debe ser TVE. Su personalidad propia está en mantener la equidistancia desde una perspectiva que no relegue a nadie y acoja a todos. Esa es su función crucial, además de preservar contenidos sociales, territoriales y culturales que no siempre abarcan las cadenas privadas más atadas a la dictadura del share.

Sin embargo, la estrategia del partido del gobierno se ha quedado en la antigua táctica de utilizar la televisión pública como aliada de su marketing electoral. Los asesores se equivocan en ese sentido, ya que ni la audiencia ni las vías de acceso a la información son las mismas que hace décadas. Vivimos en un país con una mayor madurez democrática: la sociedad ya no perdona que el periodismo no vigile, que no sea del todo honesto, que el rigor se confunda con la conchabanza en el interés particular y no con el servicio público sin exclusión.

Pero, en los últimos años, se ha pretendido utilizar la televisión pública como altavoz de consignas que parecían sacadas de gabinete de comunicación, derribando los logros de independencia y pluralidad que sí se habían logrado en RTVE. Esto ha propiciado una debacle de audiencias sin precedentes. La audiencia se ha ido porque no se cree lo que le cuentan, pero tampoco congenia con el modo en el que se lo cuentan.

En menos de cuatro años, los Telediarios han pasado de mantener un duradero y holgado liderazgo a ser denostados por sectores claves del público, arrastrando a nefastos datos al resto de la programación de TVE. No es casual, la estrategia de utilizar la televisión pública como herramienta para mejorar la comunicación del partido en el poder está propiciando justo lo contrario: un efecto boomerang contra la propia comunicación del partido en el poder, ya que la desconfianza del espectador en la televisión pública se traduce también en desconfianza hacia el gobierno que la gestiona.

Porque un Ejecutivo que, en 2015, no entiende que la televisión pública es la mejor aliada cuando es independiente, de todos y para todos, es un Ejecutivo que no comprende el imparable valor añadido que supone la cadena pública como punto de encuentro para la transparencia, el debate, la explicación, el reconocer errores, el huir del 'y tú más', el respeto, la divulgación y, sobre todo, la confianza en la inteligencia del espectador, su principal cliente. Y cuando un cliente pierde la confianza... se termina marchando (en televisión, y en política).

@borjateran

Y ADEMÁS…

5 prejuicios sobre TVE que debemos derribar para tener una televisión pública mejor

4 consejos que necesita Mariano Rajoy para triunfar en las redes sociales

¿Cómo debe ser la televisión pública que nos merecemos?

50 años de los Estudios de Prado del Rey (infografía)

Cuando los partidos políticos no entienden la esencia de TVE

6 programas que TVE no emitiría hoy

4 programas de entrevistas para entender la TVE de los 80

Mostrar comentarios