OPINION

'Cámbiame Premium': debilidades y fortalezas del 'Sorpresa, sorpresa' de Telecinco

cambiame premium telecinco
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Todos los intentos de resurrección de la fórmula Sorpresa, sorpresa han fracasado en nuestra televisión. ¿El motivo? Eran versiones descafeinadas, sin la capacidad para realizar un espectáculo realmente emocionante. Como lograba Isabel Gemio en aquel gigante formato que dirigió en los noventa Giorgio Aresu. Había presupuesto, había ingenuidad por parte de los sorprendidos (y de la propia audiencia) y había un teatro-plató con el tamaño y escenografía suficiente para crear el ambiente idóneo.

Anoche Telecinco, a su estilo, intentó emular parte de aquella esencia de Sorpresa, sorpresa con Cámbiame Premium. Aunque aquí no hay una mastodóntica grada con público de provincias, ni un inmenso escenario con bombillas de colores. Se han tenido que conformar con la mitad del estudio 3 de la cadena, donde se ha aprovechado el decorado de Hable con ellas con varios retoques (añadiendo una glamourosa escalera y alguna que otra cortina de flecos, del estilo a esas que se cuelgan en las casas para que no entren las moscas o, en su defecto, las libélulas, que son más deluxe).

Y aunque el equipo de realización de Mediaset hace equilibrios para lucir el plató (con sus cortinas atrapa libélulas), las dimensiones del lugar no permiten tiros de cámara especialmente grandilocuentes que deslucieron, por ejemplo, la coreografía del arranque de la emisión. Con Ruth Lorenzo y Roko cantando 'Mi gran noche'.

Sin embargo, el formato de La Fábrica de la tele sí que evidencia que ha aprendido de errores de espacios predecesores del mismo género. En Cámbiame Premium está omnipresente el nervio de un gran show que busca la emoción real gracias a la imprevisibilidad de reacciones no pactadas y, sobre todo, de la historia que existe detrás de cada protagonista (aunque abusando, eso sí, de la típica artimaña de usar dramas personales para enganchar al personal).

Pero ni con esas, el resultado de las sorpresas fue flojo. El casting falló en el directo. Reformaron la casa a una señora, pero parecía que le daba igual. Reunieron a todo un pueblo en una plaza para cambiar su existencia, pero sólo cambiaron el parque infantil.

Al final, lo mejor de la noche fue el cambio radical de Fortu, de Obús, que parecía literalmente otro. El resto del programa fue el espectáculo del caos, con constantes fallos técnicos y otras descoordinaciones.

Por suerte, el equipo de Cámbiame, con Jorge Javier Vázquez al frente, supo sacar sus reflejos, made in Telecinco, para jugar con sus propios defectos y convertir cada traspiés en cierta virtud. Aunque la revelación de la noche fue la reportera Eli Martín, con su capacidad de reírse del percal.

Y es que la espontaneidad de todo el elenco del espacio salvó un show que triunfó en audiencias (19.9%) pero porque era la primera noche y no existían grandes adversarios en los canales de la competencia. La próxima semana bajará la expectación y, de seguir así, se desinflará.

Porque las intenciones eran buenas, pero Cambiame Premium estuvo torpe en su estreno. El directo no era fácil, dirán, había muchas conexiones, añadirán, pero la verdad es que hubo momentos que se hicieron largos, que no soportarían otra noche con rivales más duros en prime time. Cámbiame no debe conformarse con ser otro espacio de Telecinco de esos que ceban imposibles que se quedan en nada: debe intentar ser un espectáculo global y real, con más identidad propia.

El programa necesita tiempo para rodar, para engrasar las piezas de un puzle que ayer se hizo engorroso de digerir. Cámbiame Premiun necesita cambios de look y sorpresas con mayor carga efectista. Esas sorpresas que contagian demoledora verdad. De las que todo el mundo habla al día siguiente.

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