OPINION

El síndrome televisivo de la radio: ventajas y peligros

FOTO ESTUDIO COPE ANTONIO HERRERO
FOTO ESTUDIO COPE ANTONIO HERRERO

La radio no mató al periódico. La tele no mató a la radio. Pero Internet ha engullido a todos. La red está cambiando el fondo y la forma, el contenido y el envoltorio, en un viaje que puede ser retorcídamente inquietante, pues con las ansias de innovación se puede perder la perspectiva de la esencia diferenciadora de cada medio.

En estos días, observamos como las grandes compañías radiofónicas estrenan temporada. Y con el nuevo curso también estrenan decorado, como los viejos programas de tele. La primera en customizar su estudio central fue la cadena SER. Llenó de plasmas, paneles e imágenes corporativas  sus acogedores estudios, revestidos de madera, de Gran Vía. La calidez del roble dio paso a un fashion lacado blanco.

El objetivo de esta recustomización pretendía dar mejor en cámara. Porque, cada vez más, lo que pasa en la radio se ve en imágenes. Ya sea por emisiones puntuales online, por experimentaciones a base de periscope o, la más habitual, por la grabación en vídeo de entrevistas de cierto calado, especialmente a políticos (que suelen dar declaraciones necesitan emitir los informativos de las cadenas de TV).

Los aplastados photocalls han dado paso a puestas en escena que buscan una mayor profundidad al encuadre del vídeo en cuestión, que favorece a los propios participantes en el programa hertziano y, asimismo, difunde una imagen vanguardista de la marca de la cadena.

Tras la SER, Radio Nacional también lavó la cara de sus estudios de la Casa de la Radio en Prado del Rey. Con letreros luminosos que podrían ser de Teledeporte.

Y ahora, ha sido la Cadena Cope quien ha reinventado el look de su amplio Estudio Antonio Herrero, uno de los más grandes de la radio española. Cope ha incorporado una puesta en escena a base de pantallas, mesa de diseño y un sistema de "bombillas" leds, que ilumina cada elemento de la escenografía con el color que se desee.

Sólo Onda Cero se ha quedado rezagada en este inevitable empeño de convertir austeros estudios de radio en vibrantes platós, con las artimañas de la televisión más espectacular. Tiene todo el sentido, pues ahora la radio no sólo se escucha, también se ve.

Pero no debemos perder la perspectiva. La radio debe verse cuando toca. Cuando hay una entrevista relevante. Cuando se vive un momento emotivo e incluso gamberro. Cuando existe una acción especial con público. Cuando se acoge una actuación musical. Existen muchos 'cuando'. Sin embargo, las emisoras no deben obsesionarse con mostrar todo lo que sucede en su estudio, cada instante, cada hora, cada día, porque entonces, en vez de radio, terminarán haciendo tele low cost.

Porque la especial complicidad de la radio estriba en el acto de escuchar. Sin más. Una mágica experiencia, casi sin intermediarios, que en gran medida radica en que el oyente imagina: imagina el lugar, los gestos, las expresiones y hasta las miradas del locutor, colaborador e invitados. Ese acto casi de prestidigitación que siempre ha ido unido a las ondas se está perdiendo. Y está adulterando una parte intrínseca de ese invento que, en ocasiones, quiere ser más y termina convertido en menos. Porque, que nadie se confunda, la energía de la voz y sus circunstancias puede tambalear las emociones más y mejor que muchas imágenes en alta definición.

@borjateran

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