OPINION

Risto Mejide regresa rompiendo con el marketing de la política

risto nuevo decorado
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Ya no se llama Al rincón de pensar. Ahora es sólo Al rincón. Aunque sigue siendo un programa de pensar y, sobre todo, de hacer reflexionar. Parece un trabalenguas, pero así ha sido el regreso de Risto Mejide al late night de Antena 3.

Un retorno con el más difícil todavía: abordar la independencia de Catalunya a través de siete rostros que dibujan la realidad política plural catalana: Miquel Iceta (PSC, que bailó, claro que bailó), Albert Rivera (Ciudadanos), Xavier García Albiol (PP), Raül Romeva (Junts pel Sí), David Fernández (CUP), Josep Antoni Duran i Lleida (Unió) y Luis Rabell (Podemos).

Los titulares que hablan de la independencia ocupan horas y horas de programación, pero la gran baza de Risto Mejide es que ha sabido enfrentar a estos diferentes líderes políticos a su coherencia personal. Todo un valor añadido en tiempos de trincheras enfrentadas mediáticamente de forma hostil, donde los discursos se pierden en la catarsis de argumentos efectistas que se quedan en la superficie.

Pero el publicista ha conseguido anoche romper con ese marketing de la política para dar paso a una conversación sensata, inteligente, rápida y comprometida con un espectador que, desde casa, puede sentirse identificado.

En este sentido, el equipo de Al Rincón acertó al no presentar a los líderes de forma estanca. Al contrario, aprovecharon las siete conversaciones para realizar un puzle perfecto, encajando las fichas políticas de un tetris que, ideológicamente, parece imposible.

Fue posible. A través de la realización, el programa ha logrado convertir las siete miradas en una sola historia. Interesante, didáctica, entretenida, conexa. Porque los puntos de encuentro existen incluso en la discrepancia.

Así ha regresado Al Rincón,  como punto de encuentro para escuchar y ser escuchado. Hasta se puede hacer en televisión, aunque sólo sea veces. Ayuda la edición, la fotografía y el riesgo de la conversación. El formato, además, mantiene la estructura de introducir la emisión con un prólogo de autor, que es más que una reflexión puntual: es un retrato de nuestro tiempo.

Lo que ha cambiado es la puesta en escena. Sí, hay nueva escenografía: parece el salón del Castillo de Condemor. Decorado más amplio, con candelabros de led, y mucha ventana, mucha columna y mucha puerta. Ideal para que puedan suceder cosas. Incluso, encima de la chimenea, un cuadro retrataba a los invitados de anoche como si fueran protagonistas de una épica serie de época. Eso se creen mucho ellos, de hecho. Sólo faltaba que la pintura moviera los ojos como esas películas de miedo que no sabes muy bien si te asustan, te emocionan o te hacen reír.

@borjateran

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