OPINION

Ana Diosdado y la televisión, el valor de retratar España con sus miedos y esperanzas

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Para entender mejor Televisión Española y la historia de nuestro país, y de paso derribar prejuicios sobre la ficción nacional, el trabajo de Ana Diosdado en TVE es clave. La mirada de sus guiones en las series Anillos de Oro y Segunda Enseñanza es una valiente radiografía de su época.

Porque Ana Diosdado supo retratar con una emocionante fuerza narrativa la España de los ochenta. Lo hizo en una televisión pública que, por aquel entonces, no tenía miedo a fotografiar su tiempo a través de la ficción de autor, que rompía tabúes de una España que entraba en la edad del pavo de la democracia.

En ese sentido, especial significado tiene Anillos de Oro, la inolvidable serie, realizada por Pedro Masó, que intentó fomentar la tolerancia en un país aún tocado por la fuerza de la hipocresía.

Ana Diosdado no sólo escribió la ficción, también la protagonizó, consumando una de las parejas más carismáticas de la historia de la pequeña pantalla, junto a Imanol Arias. Los dos actores encarnaban a dos abogados que acababan de montar un despacho especializado en separaciones y divorcios. Tema peliagudo en aquellos mitificados ochenta. El primer episodio, magistral, dibujaba un país hecho de las etiquetas, clichés y otros temores de cartón-piedra sembrados en la dictadura.

Unas tramas marcadas por la apasionante relación entre ambos letrados, que se entremezclaba con inteligencia con las variopintas historias de los más de 200 personajes (Maria Asquerino, Héctor Alterio, Alberto Closas, Juan Luis Galiardo, María Luisa Ponte, Aurora Redondo, José María Caffarel...) que acudieron al bufete y que centraban las tramas capitulares, episodios que fueron pioneros en tratar temáticas como la homosexualidad desde la normalidad.

En total fueron trece entregas, rodadas en localizaciones reales en celuloide y emitidas en el prime time de los viernes del otoño de 1983. Episodios con unos sólidos, naturales e incluso irónicos diálogos, de los que es difícil olvidar la complicidad entre los dos protagonistas, donde hablaban las miradas y los silencios. Tampoco su emotiva sintonía, carta de presentación, compuesta por Antón García Abril, que sumergía al espectador en la historia con una rotunda personalidad.

Hoy Ana Diosdado ha fallecido en la sede de la SGAE. Una todoterreno de la escena, pero la televisión deberá aprender siempre de su capacidad para contar historias próximas, cercanas, apasionadas, sí, pero también de su visión a la hora de crear personajes reconocibles y cotidianamente valientes. Las personas anónimas que, al final, cambian el mundo en el día a día, personajes que Ana Diosdado hizo inmortales de su tiempo y que son valiosa documentación para entender los quebraderos de cabeza de la España de hoy.

@borjateran

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