OPINION

'Salvados': la regeneración empezó en el periodismo en prime time

SALVADOS pablo iglesias y rivera
SALVADOS pablo iglesias y rivera

El cara a cara de Albert Rivera y Pablo Iglesias ha supuesto el récord histórico de audiencias de ‘Salvados’ con un 25 por ciento de cuota y 5,2 millones. Un dato equivalente a una gran serie de éxito, que hará replantearse al resto de partidos su estrategia televisiva en esta campaña electoral.

Sin tiempos preestablecidos, sin temas pactados por jefes de campaña, sin monólogos mirando a cámara, sin tochos de papeles encima de la mesa. Y en un bar. En un bar a pie de la realidad de la calle. Así ha sido el primer debate entre Pablo Iglesias y Albert Rivera. Lo ha conseguido Salvados.

De moderador, Jordi Évole, claro, que ha vuelto a La Sexta con la esencia de siempre. El periodismo que entiende la televisión. Y la televisión que entiende el periodismo. Escuchando, cuidando los encuadres, mimando los fondos de los planos de cámara, incorporando el sonido ambiente urbano a cada palabra y apostando por una acogedora realización. Luminosa sin estridencias, donde lo que importa es la conversación.

Y ahí está el simbólico gran paso: dos políticos en precampaña hablando sosegadamente: intercambiando argumentos y creyendo en puntos de encuentro. No han puesto obstáculos al diálogo desnudo en un prime time televisivo. La gran asignatura pendiente en España, que ha despertado tantas fobias a los candidatos a la presidencia del gobierno. Al menos, hasta ahora.

Albert Rivera y Pablo Iglesias están cambiando esta desoladora tendencia que nos ha posicionado a años luz de democracias vecinas. En Podemos y Ciudadanos comprenden que para llegar y convencer a los votantes se deben aceptar preguntas incisivas y tertulias sin guion. De hecho, en los últimos tiempos, las grandes audiencias han dado la espalda a las entrevistas o debates que evidencian estar exquisitamente cocinados por los jefes de campaña y no por los periodistas.

Y Salvados es el programa que, tras Tengo una pregunta para usted, ha regenerado (y terrenalizado) la política en prime time. No sólo con envites periodísticos, donde Évole anoche estuvo sigilosamente rápido de reflejos, también con la visión de saber enriquecer cada capítulo con contextos casi cinematográficos.

Porque, tanto en televisión como en el periodismo, los contextos son cruciales. Salvados los exprime: eligiendo bien las localizaciones y las puestas en escena que envuelven cada episodio. De ahí que Rivera e Iglesias aparecieran juntos, en el mismo coche, divagando sobre aquello que había cambiado en su existencia después de sus respectivos saltos a la primera línea de la política. El programa ha presentado así, como en una serie, a sus dos cabezas de cartel. 

Un arranque de Salvados dibujado con talento, pues se han enfrentado los problemas de los nuevos políticos con las preocupaciones de ciudadanos anónimos que, de paso, han ido realizando su propio retrato de los novatos candidatos. La sinceridad en el recorrido automovilístico de ambos políticos y los testimonios de diferentes votantes se han visualizado a través de un montaje en paralelo, que ha planteado un mañoso contraste de realidades.

Y llegaron al barrio. Y, después de una pequeña interrupción por parte de un peatón y un saludo a la camarera, se sentaron en un bar cualquiera. Aunque telegénico, sí, que hay que lucirlo bien por la tele. Pero un bar cualquiera. De nuevo, Salvados ha sacado el periodismo de donde nunca debió irse: de la realidad de la calle. Y nada mejor que debatir en un bar, porque en España, ya se sabe, donde se arregla el país es en los bares.

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@borjateran

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