OPINION

Netflix: la hoja de ruta que debe seguir para triunfar más allá del postureo

Ya está aquí. Netflix es una realidad en España. Tras años de especulaciones y reticencias con su implantación definitiva en nuestro país, el gran videoclub norteamericano online ha llegado para quedarse. Un estreno que ha hecho mucho ruido mediáticamente, pero que, sin embargo, aún no ha trascendido al gran público. El aterrizaje no será fácil, aunque llegan en un momento en el que en España está creciendo al fin en consumo legal de contenidos desde las nuevas plataformas.

Con solo un clic, Netflix pone a disposición del espectador cine y series, ajenas y de producción propia. Todo sin horarios y sin esperas. De hecho, cuando la compañía lanza sus series, cuelga todos los capítulos de la temporada de golpe, al momento. Así el espectador decide cuándo y cómo lo quiere ver.  Y paga por ese privilegio, que no es más que la reinvención de la fórmula del videoclub de toda la vida. Ese el valor añadido de la compañía, que está plantando cara a los consumos televisivos convencionales. Un cambio de modelo que solo es el principio.

En tiempo récord además, Netflix se está convirtiendo en una reconocida factoría de ficciones. Produce proyectos propios. House of cards u Orange is the new black son sus estandartes. Eso sí, se da la paradoja que en el lanzamiento español, no dispone de los derechos de sus más jugosas producciones, pues ya se los había vendido a plataformas de pago, como Canal Plus (Ahora Movistar+). Primer gran problema: Netflix no cuenta con algunas de sus grandes bazas en su puesta de largo. Aunque sí atesora una extensa cartera de producciones como Narcos, Marco Polo, Daredevil, Luke Cage, Jessica Jones, Puño de Hierro, Los Defensores, Bloodline o Sense8, con la aparición estelar de Miguel Ángel Silvestre.

No obstante, la mayoría de los espectadores potenciales que están interesados directamente en estas series, como Sense8, ya las han visto (de forma pirata, claro). Netflix llega tarde porque las descargas ilegales van más rápido. Ese es el hándicap de la compañía, que debe transmitir a la sociedad las ventajas de su experiencia de usuario, que te permite ver producciones con gran calidad, de forma muy cómoda y por un precio asequible. De ahí que el primer mes sea gratis. Hay que reclutar devotos.

A su favor, también está que apuntarse a Netflix se ha convertido en puro 'postureo' al ser una marca mitificada e idealizada por los seriéfilos. Los fans de las series más activos en las redes sociales ansiaban desde hace tiempo el uso de esta plataforma. Y fardarán de ello ahora que por fin pueden hacerlo. Durante estas semanas, viviremos un aluvión de fotos en Twitter, Facebook o Instagram de gente posando en sus casas para mostrarnos la experiencia de ver Netflix, ya sea a través de la tele, el portátil, la tablet o el móvil. Tener Netflix te hace diferente. Aunque ya hayas visto las series de forma pirata antes. Netflix proyecta la percepción social de producto cool. Si lo tienes, vivirás la sensación de que molas más. Serás guay, presumirás de Netflix. O eso intentarán.

Este efecto de la identidad de la marca, que ha animado a muchos curiosos al postureo de trastear con Netflix (aunque solo sea para hacerse la foto con filtro Amaro), va a posibilitar que más de uno se enganche a las ventajas de usar Netflix. Y termine pagando. Es una oportunidad, por tanto, para el consumo de pago.

Porque vivimos en un país con una audiencia que aún no está acostumbrada a gastar por consumir series o cine desde la televisión. No existe la conciencia de que las cuotas son el trampolín para que productos de ficción se sigan financiando. Se busca la alternativa pirata. Más fácil, más rápida y, encima, gratis. Pero, en verdad, es ¿más fácil y más rápida? No. Porque es imposible ser más rápido y fácil que compañías como Netflix, donde encima existe una definición de imagen impoluta. Y eso es lo que tiene que ir descubriendo el público.

España ha aparecido en los últimos años en “la lista negra” que Estados Unidos elabora con los países con los que no es recomendables hacer negocios relacionados con la propiedad intelectual. Y el hecho es que los datos recaudados por el VOD (vídeo bajo demanda) en España (con plataformas pioneras como Wuaki, Filmin, Nubeox a los que se ha unido una muy completa oferta de Movistar Series) aún no son prometedores.

El reto sigue siendo complicado. Pero la instauración de Netflix, con su artillería pesada y su conocimiento de los nuevos lenguajes audiovisuales, puede romper parte del mercado preestablecido y animar a un cambio progresivo en los hábitos del consumo. Ha vuelto la fórmula del vídeoclub, en otro tiempo y con otras herramientas. El poder de Netflix estará en la competitividad del precio con el que sale al mercado (alrededor de 8 Euros), la capacidad de brindar una oferta atractiva y, sobre todo, convertir su marca en una experiencia sin rival, donde el usuario se sienta participe del sello la compañía. Todo esto en un país aparentemente alérgico a las descargas legales.

Y, para encontrar la rentabilidad, el producto debe hacerse atractivo más allá de los seriéfilos acérrimos (que ya los tiene ahora), de ahí que Netflix deba incorporar, en su hoja de ruta, producción propia hecha en nuestro país y que sea una oferta contundentemente alternativa a las cadenas generalistas, arriesgando en ficciones transgresoras, de autor o más independientes, dirigidas a targets diversos. Captando la atención de públicos más amplios al ofrecer contenido próximo que marque la diferencia. Y haciendo, de paso, más industria.

El objetivo es que el espectador español entienda por fin que pagar una pequeña cuota por ver series o cine también es participar en su producción y contribuir a que nuestra ficción avance, crezca y sea más plural. Un espectador convencido y satisfecho ya no volverá a piratear. Y convencerá a sus familiares y amigos. Es el único camino para conseguir que España deje de aparecer en listas negras internacionales y cuente con una industria de ficción más fuerte.

@borjateran

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