OPINION

'Pequeños Gigantes': lo mejor y lo peor de la competición de niños "prodigio" de Telecinco

PEQUENOS GIGANTES 2
PEQUENOS GIGANTES 2

‘Pequeños Gigantes’ llega con éxito (20% y 2.943.000), aunque no arrebata el liderazgo a 'Mar de Plástico' en Antena 3 (20.2% y 3.728.000)

La televisión evoluciona. Pero sólo a ratos. Anoche regresó Pequeños Gigantes. De nuevo, los niños protagonistas de una competición de prime time. Aquí ya no sólo cantan, también bailan o simplemente hacen gracia, pues el programa explora en la comicidad de los más pequeños, a los que denomina "talentitos". No obstante, los más chicos del show no cuentan con ningún talento real. Su única capacidad es, principalmente, hacer reír con su espontaneidad a la hora de reproducir gags prefabricados por sus padres.

Porque Pequeños Gigantes es el programa perfecto para padres que quisieron ser Marisol y no lo lograron. Ahora lo intentan con el desparpajo de sus retoños, que acuden a la tele para demostrar su arte en prime time.

Aunque, a diferencia de otros formatos con niños, Pequeños Gigantes es más radical en su mecánica. En su noche de estreno, el jurado tiene que elegir entre dos candidatos en cada tanda, provocando lágrimas, caras de tristeza y lloros entre muchos de los críos que ven como son rechazados en plató. El programa intenta aligerar la carga dramática con buenas palabras, ánimos y repesca sorpresa, aunque lo que en verdad importa es conquistar la cuota de pantalla con la emoción que surge del sentimentalismo de la eliminación.

Y en ese sentido, Pequeños Gigantes está muy bien diseñado para conectar con la audiencia de Telecinco: el programa está editado para que fluya con velocidad. No importa (parece) que los cortes de montaje sean bruscos, se prima que todo vaya picadito (para que nadie cambie de canal). Sin olvidar, los vídeos promocionales (cebos con su dosis de música de tensión) y los, muy importantes, planos de reacción de unos padres más embriagados con el momento que sus hijos prodigio.

Un programa con una escaleta básica, muy sencilla. Lo principal es ver la batalla entre los diferentes participantes que son votados por unos jueces con una función bastante estática. Marbelys, Florentino Fernández y Mónica Naranjo son los elegidos en esta edición. Un jurado con fichajes con mayor renombre y tablas que los de la edición anterior (Angy, Melody...) pero que, sin embargo, su instinto del espectáculo se ve ensombrecido por un concurso con un tono más encorsetado e intenso, donde su función se queda reducida a frías valoraciones en las que se pone el foco más en los tópicos del sentimiento de manual que por el humor en positivo (que también, pero menos).

Apelar a las emociones primarias es la clave del éxito de Pequeños Gigantes. A diferencia de la inteligente fórmula de La Voz, este espacio no cuenta con un gran formato televisivo pero sí ha encajado en el canal perfecto para su emisión en España.

El boom de los programas infantiles continúa, pero a esta burbuja se le podría sacar más provecho (y audiencia) haciendo un espectáculo televisivo más global (en realización, en puesta en escena, en ideas...) que sorprenda por su imprevisibilidad y que no se quede en el tópico del niño prodigio que canta un rap. El público se parte de la risa, el crío cree que ha realizado un gran espectáculo y los papás alcanzan su objetivo: fardar de retoño. Aunque sólo sea cinco minutos. Así es la fama de las falsas expectativas.

@borjateran

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