OPINION

Cuatro cumple 10 años: lo que aprendimos del mejor lanzamiento de una TV en España

Hola, bienvenidos a Cuatro. Ya estamos aquí”. Estas fueron las primeras palabras de Cuatro. Un 7 de noviembre de hace 10 años, a las 20:44 horas, Canal Plus desaparecía de la televisión tradicional y daba paso a un nuevo canal, que quería encontrar su hueco con una arrolladora personalidad que marcara la diferencia frente al resto de las emisoras privadas.

Iñaki Gabilondo fue la primera imagen que apareció en esta nueva frecuencia del grupo PRISA. Él hizo los honores. Él rompió el hielo. No estaba solo, compartía una grada con todo el elenco de rostros con los que arrancaba la emisora.

En un plano secuencia, sin cortes y en constante movimiento, iba apareciendo cada una de esas caras de Cuatro -algunas conocidas, otras desconocidas-, y todas miraban a esa sigilosa cámara, esa cámara que avanzaba en una puesta en escena inmaculada, en iluminación y fotografía. Una puesta en escena que lograba contagiar la emoción del nacimiento de una televisión en el espectador.

Después del saludo de Gabilondo, también hablaron Raquel Sánchez Silva y Boris Izaguirre. Tres complementos perfectos, tres personalidades que contagiaban lo que pretendía ser la cadena, una cadena que se describía como "cómplice, inquieta y que no se toma demasiado en serio". Tres claves cruciales para el triunfo de cualquier televisión, dichas de viva voz en la carta de presentación del canal.

10 años después de aquel lanzamiento magistral, aún muchos siguen echando de menos los tres primeros meses de Cuatro. Porque fueron unos tres meses que dibujaron una televisión con una arrolladora personalidad, que intentaba, por todos los medios, ser una alternativa sin complejos y demostrar que se podían generar contenidos televisivos de otra manera. Y lo consiguieron, en cierta medida.

Con Cuatro, aunque fuera sólo un ratito, la televisión en España ganó pluralidad y calidad. Porque Cuatro no sólo arriesgaba en contenidos, también mimaba el envoltorio visual. De sus programas y, no menos importante, de su imagen de continuidad.

Recordadas son sus grandes spots promocionales (de hecho, Cuatro reinventó la forma de consumir el fútbol en televisión, implicando incluso a las audiencias no futboleras en la experiencia del mundial de fútbol), pero tampoco hay que olvidar las innovadoras transiciones a publicidad del canal.

Cada pausa sabía incorporar grafismos juguetones que, a través de frases en formato guiño travieso con el espectador, recordaban la existencia de diferentes programas o series de Cuatro. Eran como tuits sobreimpresionados, antes de la existencia de Twitter.

La inteligencia del lanzamiento de Cuatro entendía que lo más vital era que el público interiorizara la estructura de su programación, sintiéndose partícipe de la cadena: su cadena. Y aprovecharon todos los elementos para lograr esa complicada fidelización de públicos en un canal desconocido.

Por eso mismo, en los tres primeros meses de vida del canal, se optó por no variar apenas la parrilla. Éxitos o estrepitosos fracasos: nada se cancelaba ni se movía de horario. Daba igual el veredicto de las audiencias. En Cuatro se dio tiempo a cocinar, cocer y conocer cada uno de sus programas.

El primero en esfumarse, eso sí, fue Rompecorazones con Deborah Ombres. Un concurso que se emitía en la tarde, después de Friends, y que realizaba preguntas sobre la farándula, intentando convertir la crónica rosa en un corrosivo Saber y Ganar. No funcionó, era lo más flojo de una parrilla de acentuado carácter.

Carácter empezando por los informativos, que decidieron cambiar el azul del mar del mapa del tiempo por un rojo corporativo. Error. Pronto, en Noticias Cuatro se dieron cuenta de que aquello no se entendía, que estaba bien ser valientes pero que existen límites que no se pueden traspasar en el imaginario colectivo. Porque el mar es azul y no color sangre.

Pero se agradecieron esos riesgos. Como riesgo fue apostar por Cuatroesfera, un contenedor de madrugada (y mañanas de fines de semana) que, además de emitir series, hacía hueco a la creatividad cultural de la trastienda de la sociedad y que no siempre se veía por la tele. Una radiografía de su tiempo, que denotaba el compromiso de la cadena por abrir miras en la pequeña pantalla.

Aunque, en ese lanzamiento de Cuatro, destacaron sobre todo dos programas claves que aún son muy recordados: Noche Hache, al filo de la medianoche, con Eva Hache, un contrainformativo que resumía el día a través de la comedia y que incorporaba la entrevista noctámbula, al más puro estilo del late night norteamericano (donde no es necesario cortar cada dos segundos al invitado). El otro formato, en las tardes, era Channel Nº4, con Ana García Siñeriz y Boris Izaguirre, una pareja extraña para un magazine que no parecía un magazine.

Tanto Noche Hache como Channel Nº4 y los informativos servían para estructurar y organizar la parrilla. Eran pilares reconocibles de una programación que no se parecía a nada ni a nadie. Esa era la fortaleza del nacimiento del canal rojo, de Cuatro, invertir entendiendo que no hay que ir a rebufo de otros: una televisión nueva sólo puede destacar si marca su terreno gracias a una mirada propia incontestable.

Y Cuatro invirtió mucho en esa mirada propia. Incluso intentó trasladar a la tele, en sus primeros meses de vida, la pasión de los programas de fútbol en la radio. Lo hizo con Maracaná 06 con Paco González: un gran show de prime time para los lunes. Pinchó. No interesó. Todo lo contrario de lo que sucedió con Cuarto Milenio, la inteligente adaptación de Milenio 3 de la Cadena Ser, que aún sigue con éxito (y calidad) en Cuatro.

El Hormiguero de Pablo Motos también surgió fruto de una decisión valiente en los despachos de Cuatro, prácticamente imposible en otras privadas más tradicionales. ¡Un locutor de radio haciendo experimentos y con dos peluches como copresentadores!, qué delirio es ese... pues ese delirio promete convertirse en uno de los programas más longevos de nuestra televisión. Y Cuatro tuvo la culpa. Paradójicamente, ahora es uno de los grandes estandartes de Antena 3.

Además, hay que reconocer que Cuatro impulsó en España el consumo de docushows en prime time nacional. Hasta entonces, se pensaba que en horario de máxima audiencia el público daba la espalda a programas sin un plató con presentador. En esta línea, Callejeros con una fórmula que trasladaba la esencia de Mi cámara y yo de la edad dorada de Telemadrid al escenario nacional.

Mucho ha cambiado Cuatro en estos diez años, su excelente identidad de marca, su capacidad de organizar la parrilla y la personalidad de su programación se terminó viendo tambaleada por varios costosos fracasos (Gominolas, Cuenta Atrás...) y, finalmente, la fusión por absorción con Telecinco. Desde entonces, algunas decisiones desvanecieron ese espíritu de concepción de Cuatro, esa marca Cuatro. Ya ni su logotipo está en la parte superior derecha de la pantalla, otro gesto diferenciador de cara al espectador que no fue casual en la fundación de la emisora. Pero la forma de entender la televisión comercial de Paolo Vasile es un modelo de negocio más instantáneo. Cuatro se ha convertido en una versión imberbe-tróspida de Telecinco.

Pero Cuatro aún mantiene la fuerza de aquel target urbano y joven que se sembró en sus inicios. Una etapa que debe ser una referencia para los nuevos creadores televisivos. Ya que ese Cuatro enseñó que hay que creer en la inteligencia del espectador y que no hay que poner cortapisas a la imaginación a la hora de la búsqueda de un público definido que se asocie con tu imagen de marca.

Cuatro demostró que la televisión debe aprovechar todo tipo de herramientas para afianzar su parrilla, que hay que contar con programas estandarte que ordenen la programación, sí, pero, también, evidenció que es crucial darlos a conocer bien. Por ello, reinventaron soportes, caretas y otros originales elementos que inundaban la emisión de la programación para que fuera fácil retener qué, por qué, cómo y cuándo emitía Cuatro su oferta.

Así nació un canal con un target comercial potente, que llegaba a un jugoso público urbano, comprometido y cómplice. Sin embargo, la crisis frustró parte del proyecto, quizá era demasiado pronto para tanta aspiración en el panorama audiovisual español, pero Cuatro demostró que la televisión es mejor cuando se sale del guion del "esto no va a funcionar, y no lo van a entender" para creer en "esta idea promete, es especial y va a ilusionar". Porque el futuro es de los valientes. Y de los que arriesgan en la liga del talento. También en televisión.

@borjateran

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