OPINION

Así sería 'Pesadilla en la Cocina' con Karlos Arguiñano

karlos arguinano pesadilla en la cocina
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Karlos Arguiñano es el gran chef de la historia de nuestra televisión. Su programa diario es la referencia gastronómica indiscutible de la parrilla. Siempre fiel a su personalidad y esencia, el cocinero vasco no ha tenido la necesidad de dar el salto a otros formatos de espectáculo en pleno boom de la cocina en prime time. Pero, ¿cómo sería Pesadilla en la Cocina si en vez de Chicote estuviera protagonizada por Karlos Arguiñano? Tendría 6 ingredientes que revolucionarían el formato que salva restaurantes del caos.

1. Banda sonora original... y tarareable

Suciedad, mugre, desorden, ratas en el lavaplatos. Pesadilla en la cocina presenta el desaguisado de cada restaurante con ayuda de músicas de tensión, que recalcan el panorama catastrófico del chiringuito en cuestión. Con Arguiñano este escenario cambiaría: el programa incorporaría una sintonía con letra requetepegadiza al estilo de "qué gustito, qué placer andar en la cocina, qué gozada al pensar en lo que viene después". Así, con esta melodía cargada de positivismo, en los restaurantes brotaría un buen rollo sin escapatoria, que cambiaría la perspectiva del negocio. La ilusión ganaría a la desgana. O sonaría de nuevo la canción, una y otra vez, hasta lograr eliminar los pensamientos adversos, ya que inevitablemente los estribillos de Arguiñano son imposibles de quitar de la cabeza durante horas. Incluso años.

2. Chistes desternillantemente malos

En las situaciones incómodas de Pesadilla en la cocina, esas en las que da la sensación que el restaurante problemático cerrará para siempre, Arguiñano sacará su as en la manga: un chiste malo. Mejor aún si es verde. De esta forma, el chef quitará hierro a cualquier trauma y, de paso, el programa fluirá mejor. Porque hasta en los momentos aciagos hay que saber reírse de uno mismo. Incluso del propio show de la televisión, otra de las claves del triunfo de Pesadilla y de Arguiñano.

3. Redecoración con la familia de Bricomanía

Uno de los momentos cruciales de Pesadilla en la Cocina se produce en el instante en el que el programa redecora el establecimiento. "Oh, qué bonito ha quedado". El cambio de look con Arguiñano sería mucho más fácil, pues su productora también es responsable del mítico formato Bricomanía. Todo queda en casa. Con la maña de este equipo, las reformas serían duraderas y no se quedarán sólo en tapar paredes con cuatro paneles de madera. Es más, el ya emblemático jardinero de Bricomanía intentaría incorporar una huerta en algún hueco en los aledaños del restaurante.  Los productos ecológicos, sembrados en propia casa, son los mejores aliados de cualquier restaurante. De ahí que Arguiñano cuide y muestre su propia huerta en el programa. Orgullo de cosecha.

4. Reivindicación sin medias tintas

La conciencia política tampoco faltaría en el programa. En tiempos en el que los políticos cosechan grandes audiencias en televisión, Arguiñano no se corta a la hora de reflexionar sobre la situación política y social. No se podría reprimir tampoco al descubrir los problemas que sufren los restaurantes de Pesadilla en la cocina. La manera de mojarse de Arguiñano en política o compartir sus preocupaciones sociales también es uno de los secretos de su duradero éxito. No es un cocinero producto del guion escrito por un gran creativo televisivo, es él mismo hasta las últimas consecuencias. Pesadilla sería, por tanto, un formato más reivindicativo.

5. Platos de cuchara grande

El equipo de Pesadilla en la Cocina asesora los platos que protagonizarán la carta de los restaurantes que Chicote intenta salvar. Normalmente se opta por menús donde reina el minimalismo para favorecer una oferta muy controlable en el día a día de los hosteleros de turno. Así nunca (o casi nunca) se falla al cliente. Pero con Arguiñano se apostaría por la comida tradicional (con perejil), esas vitales recetas de las abuelas de España, esos apetitosos guisos que no te dejan con hambre. El festín de la buena mesa: infalible para no defraudar a los comensales y que Arguiñano lleva divulgando casi tres décadas en la televisión, antes de que aterrizaran los chefs surgidos de las estrategias de marketing. Tampoco faltaría los consejos saludables de Ainhoa Sánchez, su nutricionista de cabecera que, por cierto, no suele pillar sus chistes.

6. Proximidad sin cocinar

Y, sobre todo, si Karlos Arguiñano protagonizará Pesadilla en la Cocina, el programa no podría llamarse Pesadilla de nada: terminaría llamándose Arguiñano en la Cocina. Y listo. Porque el gran superpoder de Karlos Arguiñano es que no comunica desde la superioridad. En casi tres décadas de éxitos, el famoso cocinero vasco jamás ha dejado de hablar al espectador desde la complicidad. Ese tú a tú sin miedo a compartir dudas, emociones, errores e ilusiones. Porque Arguiñano no es un chef de esos que presentan desde la superioridad. Al contrario, comparte su vida y trabajo con una apabullante cercanía, que hace al espectador partícipe de su existencia. La audiencia siente a Arguiñano como de la familia, su familia.

@borjateran

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