OPINION

'Días de Cine': la buena televisión que se ha hecho invisible

dias de cine
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La divulgación del cine en televisión se ha esfumado. En los canales en abierto, los programas sobre el séptimo arte se han reducido a telepromociones, vendemotos, a altas horas de la madrugada.

Da la sensación de que ya no existen formatos que transmitan esa pasión por las películas, que muestren el placer de la experiencia del cine. O eso parece al observar la programación, más monotemática de lo que nos quieren hacer creer.

En esa supremacía de contenidos que no se saltan el guion de lo que supuestamente demanda la audiencia, pervive, por obra y gracia de La 2, el mejor formato de cine de nuestra historia catódica. Se llama Días de cine, y, después de casi 25 años en emisión, sigue siendo la referencia del panorama de información cinematográfica en televisión.

Días de cine realiza una radiografía inteligente, entretenida y despierta del cine de estreno y de la historia del celuloide, contextualizando con mirada propia cada obra que trata. No se queda sólo en el titular evidente: cada uno de sus reportajes evidencia calidad y una característica que ya no es tan habitual en la televisión: esfuerzo. Horas de dedicación mimando el contenido, en fondo y forma, atreviéndose a jugar con la estética.

Y, por eso, hay que destacar la labor de Días de cine. Desde aquel ingenio irrepetible y valiente de Antonio Gasset a la actual etapa (con Elena Sánchez, en la foto), donde resulta más invisible, en parte porque ha sido maltratado en un constante vaivén de programación que lo ha retrasado a una hora trasnochada y además variable según la semana. Así, es más complicado fidelizar espectadores. Para más inri, en su reposición los fines de semana, el programa es amputado; no se emite entero, se corta como cuadra para ajustarlo en la parrilla.

Por suerte, se puede ver a la carta en rtve.es. Pero aún así falta promoción y divulgación de la marca de Días de cine, una marca que siempre ha ido unida a la calidad, esa calidad que no va reñida con la capacidad de atrapar el interés de todo tipo de públicos.

El problema es que el veterano formato se ha ido escondiendo en una cadena que necesita organizar urgentemente su programación con una perspectiva más clara, más actual y menos sibarita. Porque el error de La 2 es que, desde la propia TVE, se percibe lo cultural como una obligación forzosa con síndrome de inferioridad, como algo secundario e incluso, en ocasiones, hasta esnob. Justo el espíritu contrario que debe desprender la segunda cadena de Televisión Española. Es más, la antigua UHF mantiene aún su ADN joven, entretenido, inquieto y hasta transgresor. Lo conserva, sólo necesita que vuelva a retumbar entre la inmensidad de televisión obvia y predecible.

@borjateran

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