OPINION

Concierto de Año Nuevo: cuatro valores (televisivos) para su éxito

concierto de año nuevo viena
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El 1 de enero despierta con una tradición a ritmo de la familia Strauss. Es el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, una emisión que congrega a más de 50 millones de espectadores. Es el triunfo de fusionar con inteligencia la música clásica con la emoción del espectáculo televisivo. Sin demasiados complejos.

Desde 1959 lo emite la televisión pública austriaca, la ORF, a nueve países a través de Eurovisión. A partir de entonces, la calidad de la emisión no ha parado de crecer con un instinto catódico brillante.

Porque la ORF ha dado en la diana de una de las esencias de una televisión pública: no segregar aburriendo, quedándose en el tópico de la cultura gris. Al contrario, populariza la cultura gracias a los engranajes de la televisión. Destacamos cuatro valores de una emisión emblemática, que te deja emocionantemente pegado a la pantalla.

1. La importancia de la realización al milímetro

Como la música clásica, la realización de un programa de estas características requiere un guion milimetrado, que muestre una coreografía de planos en donde al espectador, al mismo tiempo que escuche, no se le escapen ningún detalle instrumental importante: sienta la fuerza de cada maestro en acción.

El Concierto de Año Nuevo dibuja esa coreografía visual, siempre al compás, con una vibrante armonía de encuadres fruto de las escuelas de realizadores de siempre: que mimaban cada movimiento después de horas de ensayo escribiendo una planificación acorde a la partitura y a la localización desde donde se desarrolla el acontecimiento. Para exprimir el lugar al máximo, para contagiar e impulsar la belleza de esa Sala Dorada de laMusikverein de Viena. En España, los realizadores de RTVE realizan un gran trabajo en este sentido. Son la gran escuela de nuestra televisión.

2. Viejo y nuevo, compatibilidad de caracteres

El Concierto de Año Nuevo aprende de la historia de la televisión y, además, prueba las nuevas tecnologías para hacer crecer las narrativas audiovisuales. De la cámara aérea al micro plano detalle. Sin olvidar la iluminación y la fotografía que arropa la belleza de la materia prima que se dispone en los decorados naturales. Recordándonos la importancia de cuidar el envoltorio en una era en la que las cadenas no tienen tiempo para preparar las emisiones para realizar televisión de verdad. Porque sin una buena realización ensayada la televisión no funciona igual. Pincha.

3. Teatralización

La televisión pública austriaca no se ha quedado en el concierto y ha ido más allá: enriqueciendo la emisión desde otras localizaciones. Así la cadena crea un postal extrasensorial e incorpora tramas casi cinematográficas con diferentes intérpretes (ballets, actores, peatones...) para contar una historia a través de la imparable combinación entre la música, la historia arquitectónica de un país y el movimiento de la vida. Incluso algunos de los propios músicos van protagonizando ciertos gags, con cierto humor, guiños cómplices que humanizan.

4. La emoción

El Concierto de Año Nuevo no está formado por largas sinfonías sino por piezas breves y luminosas. Polcas, valses y fragmentos de operetas para acabar con la famosa entrada en falso del vals de Strauss y terminar con la emoción en alto gracias al icónico palmeo acompasado del público en la pieza final, el patio de butacas se convierte en arte y parte como colofón. Todo un símbolo, porque la mejor televisión es la que cuenta con símbolos emocionantes. Y el Concierto de Año Nuevo es la mejor televisión. En calidad y calidez, en fondo y forma, en historia sonora y visual.

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@borjateran

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