OPINION

Lo que TVE debe aprender de su propia historia

TENGO-UNA-PREGUNTA-PARA-USTED-TVE
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Se habla mucho del futuro de la televisión pública, pero se valora muy poco su rico pasado. Porque TVE también tiene mucho que aprender de TVE. Porque la televisión pública (y privada) debe mirar al futuro sin dar la espalda a lo (bueno) que nos ha enseñado la mejor historia de una Televisión Española de la que sentirnos orgullosos.

CREDIBILIDAD

La pérdida de independencia de los informativos ha ido unida a un bajón de audiencias sin precedentes, que ha arrastrado a toda la cadena a mínimos históricos de cuota de pantalla. Los espectadores no aceptan ya una emisora pública tomada por el control de los intereses políticos, pues ya han conocido unos informativos en busca de la pluralidad, didácticos, pegados a la calle y obsesionados con ofrecer los diferentes prismas de la realidad para que el espectador extraiga sus propias conclusiones. Sin quedarse en la superficie. Unos informativos que, además, evolucionaron las narrativas audiovisuales, aprovechando las nuevas tecnologías a favor de la noticia.

INNOVACIÓN

Desde su creación, el área de interactivos de TVE entendió que las nuevas plataformas e Internet no son una ventana menor para los contenidos. La cadena pública ha ido por delante, en ocasiones incluso por delante de la BBC, en la toma de pulso de la esencia de los nuevos consumos y las posibilidades de la TV interactiva. Porque la televisión ya no sólo se ve por el aparato de televisión. Los contenidos se abren paso por una pluralidad de soportes a la misma altura de la vieja emisión lineal. Tradición y vanguardia se congenian a la perfección, pues futuro y pasado son inherentes.

En sus sesenta años de historia, TVE reinventó fórmulas preestablecidas con propuestas valientes. Arriesgando en contenidos, tanteando, probando propuestas. También en la forma en las que se comunicaban. Hasta emitiendo en tres dimensiones cuando casi no sabíamos ni lo que eran las tres dimensiones. O incluso apostando por la proyección en el sistema de mapping cuando pocos sabían lo que era un mapping (proyectar imágenes sobre superficies reales para conseguir efectos de movimiento o realidad aumentada). Así vimos un resumen de lo mejor del año a través de una proyección en un, por aquel entonces novedoso, mapping, que posibilitaba la interacción del presentador, Carlos del Amor, con una sensitiva coreografía de las imágenes más destacadas de 2012. También TVE ha incorporado, este mismo año, la experiencia del consumo en 360 grados. Sucedió en el programa navideño de Malú, la grabación del escenario en 360 no se relegó a mero experimento digital: se integró en emisión. Porque ya todo es digital: el espectador quiere tocar, participar.

TRANSGRESIÓN

El playback con pie de micro mató al programa musical. En los últimos años, estos género, que tanto éxito otorgó a formatos como Aplauso, RockoPop o Música sí, ha desaparecido porque no se han creado puestas en escena especiales con la consiguiente expectación de ver con qué sorprendía cada artista en el programa de turno. Y en eso en TVE eran históricamente expertos. Expertos en lanzarse a la imaginación e incluso esquivar prejuicios de lo políticamente correcto. Lo importante era contar una historia con mirada propia, creyendo en la libertad. En programas y en ficciones, valientes, sin tabúes. El personaje de Charo López masturbándose en la adaptación de Los Gozos y Las Sombras hoy sería imposible en cualquier cadena. En el año 82 fue factible (y esperanzador). Tampoco parece muy posible la crítica corrosiva. Menos aún dedicada a los propios directivos de la cadena, como sucedió en el especial de fin de año de Gurruchaga, que parodió hasta a la misma Pilar Miró (directora general del viejo ente) y en pleno conflicto por sus vestidos.

Aquella sátira de la sociedad de Viaje con nosotros fue un formato que instauró la tradición del humor, sin complejos, en la noche de fin de año y rompió con el monopolio de la gala musical al uso. Lo mismo pasó en los programas de entrevistas de los ochenta, que abandonaron fórmulas engoladas para jugar con la complicidad del entrevistado y del propio público. Sin miedo a ser traviesos y espontáneos.

Lo demostraron espacios como Ahí te quiero ver con Rosa María Sardá o Tariro tariro de La Trinca, donde la conversación inteligente se enriquecía con el espectáculo delirante del que la audiencia se sentía convidado especial. Invirtiendo en inventiva y huyendo del inmovilismo estancando en el tópico.

IDENTIFICACIÓN

En esa transgresión, la televisión pública ha realizado un retrato de su tiempo, divulgativo de su época y tesoro documental para el futuro. De todas las estirpes urbanas. De todas las culturas. Desde el magazine de Hermida, pasando por los documentales (aquel A Vista de Pájaro en helicóptero por toda España o aquel observador Un país en la mochila de Labordeta) hasta el género musical (TVE llegó a tener una veintena de programas musicales de forma simultánea, que abarcaban diferentes géneros). Uno de los más recordados, el osado La Edad de Oro.

Desde el Estudio 1 de Prado del Rey, La Edad de Oro consumó un audaz retrato de la movida madrileña, con el que identificarse o, simplemente, con el que descubrir lo que se cocía en la música y las artes de una efervescente sociedad ochentera. No fue el único programa de estas características, pero sí uno de los más intrépidos que, por cierto, alcanzó cierto prestigio internacional. Con la pregunta, repregunta y empuje de Paloma Chamorro.

FICCIÓN

En esa identificación, TVE propició la edad de oro de la ficción nacional, invirtiendo en industria y en valientes series de género, que también son retrato de su tiempo. Esa gran edad de oro de la ficción española tuvo el epicentro en la década de los ochenta, donde la factoría de series logró una gran libertad para narrar tramas e incluso versionar grandes clásicos. Había tiempo para cocinar cada producción y no existían miedos a las audiencias instantáneas, pues aún no existían mediciones diarias. Directores y guionistas contaban con una mayor independencia creativa y había series con un claro sello de autor, con realizadores como Pedro Masó (Anillos de Oro) o, en el ámbito de adaptaciones literarias, Mario Camus (La forja del rebelde) o Vicente Aranda (Los jinetes del alba, que reunió a Victoria Abril, Maribel Verdú y Jorge Sanz). Se realizaba cine seriado para la televisión. U otras claves como Hasta luego cocodrilo, Las chicas de hoy en día, Gatos en el tejado, Brigada Central, La Mujer de tu vida son hoy documentales de su tiempo, además de ficciones emblemáticas de poderosa historia.

Se hacía industria más allá de prefabricar productos monolíticos en busca de alcanzar grandes audiencias. Sin olvidar, sagas divulgativas como Érase una vez la vida, que educaron de forma muy didáctica a tantas generaciones. Se creía en la curiosidad y emoción inteligente del espectador.

PARTICIPACIÓN

Los niños jugaban en un scalextric gigante en el Estudio 3 de Prado del Rey. Era Cajón Desastre. José María Iñigo abría el teléfono y los espectadores preguntaban a Lola Flores aquellos delirios que se les ocurría. Era Estudio Abierto. Los pueblos participaban en una yincana infinita que rompía audiencias. Era El Grand Prix. Los ciudadanos preguntaban a sus representantes políticos en horario de máxima audiencia y sin control de las preguntas. Era Tengo una pregunta para usted. Los usuarios de MySpace elegían a su representante para un festival de la canción en una selección completamente abierta. Era Salvemos Eurovisión. Lo salvamos, con instinto del show. La gente entraba a a los estudios de Prado del Rey y TVE salía a la calle. La mejor televisión es aquella en la que se hace entre todos y no es cocinada en un encierro en un despacho con moqueta. Hablando de tú a tú a la gente, sin condescendencias, con honestidad informativa y televisiva, sin tutelar los contenidos de forma artificiosa con síndrome de superioridad.

REALIZADORES

Los Juegos Olímpicos de Barcelona probaron la capacidad de TVE para mostrar con fuerza un gran acontecimiento al mundo. La cadena pública sigue siendo referencia de realizadores. Los Estudios de Prado del Rey han sido una factoría en la que se ha cuidado la puesta en escena, la iluminación y la realización, una escuela para los profesionales del futuro, que ejemplifica el esfuerzo que hay detrás de cada programa.

Los planos de reacción que tiraba Chicho Ibáñez Serrador en Un, dos, tres, las grandes pantallas camaleónicas de Carta Blanca, la multipantalla de Alaska y Segura, el minucioso compás de Los Conciertos de La 2, el universo salvaje de Félix Rodríguez de la Fuente, los Telepasiones que eran películas musicales...

MIRADA CREATIVAMENTE CRÍTICA

La Bola de Cristal es el referente de los programas infantiles por su aptitud combatiente con la sociedad. A veces, demasiado combatiente. Sin grandes presupuestos, el programa de Lolo Rico trasformaba los decorados constantemente, experimentaba con la tecnología de la época y sobre todo jugaba con las ideas. 'La Bola' contaba una historia de principio a fin, con carisma e identidad propia, esa es una de las grandes claves de la televisión. Y así lo han hecho la mayor parte de los emblemáticos programas de niños de TVE, que nos han convertido en quienes somos. De Dabadabadá a Los Lunnis, pasando por Cajón Desastre o El Conciertazo de Fernando Argenta. Programas que daban una lección a los shows de los adultos. Ya que sabían reírse de sí mismos cuando tocaba, nos ensañaban a aprender, desprendían cierta rebeldía creativa y lo más importante, transmitían la ilusión de vivir con una inquieta mirada abierta y despierta, una mirada crítica. Incluso animándonos a apagar la tele.

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@borjateran

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