OPINION

3 locuras de 'El Hormiguero' que son clave en su éxito (y puede que no sonaran tan bien al principio)

el hormiguero trancas y barrancas
el hormiguero trancas y barrancas

¿Muñecos de trapo en un programa para adultos? ¿Qué invento es este? En este 2016, El Hormiguero cumple diez años de éxito. Un programa que es el triunfo de la personalidad propia pero, también, del atrevimiento de unos directivos televisivos por creer en elementos que, a priori, eran "arriesgados" para alcanzar competitivas cuotas de audiencia en televisión. En cambio, demolidos los prejuicios, estos ingredientes del show de Pablo Motos son claves para el desarrollo del programa. ¿Por qué? Lo explicamos.

- Titiriteros

¿Muñecos de trapo en un programa para adultos? ¿Cómo? ¿Y encima hablan a los famosos invitados, incluso a estrellas de Hollywood? Pues sí, la existencia de Trancas y Barrancas en un espacio de estas características podía parecer una marcianada dentro de los conservadores cánones preestablecidos en la televisión. Pero la mejor televisión es la que rompe con ciertos cánones, reinventando los géneros.

Y Trancas y Barrancas, además de convertirse en carismáticos protagonistas del show, también sirven para dinamizar el discurrir del formato de manera magistral. Juan Ibáñez y Damián Mollá, escondidos debajo de la mesa y moviendo estas marionetas, son los identificables y queribles Pepitos Grillo de Pablo Motos. Están al quite, cuentan con rapidez de reflejos, cierta corrosión y sus comentarios hacen más grande el programa. Son más que meros colaboradores, pues enriquecen y avivan la escaleta sin tregua. Su función no es gratuita: otorga al show una textura más especial, con más imprevisibilidad y más compás.

- Bailes imposibles

¿Un colaborador, llamado Marron, entrando al plató con una danza delirante? ¿Los invitados también bailan como si fueran frikis? La televisión es jugar y El Hormiguero no para de jugar. La entrada de los colaboradores, con una energía que roza lo delirante, otorga un inteligente plus de ritmo al formato. Porque El Hormiguero es ritmo. De ahí la importancia de las músicas de fondo, constantes, que dan fuerza a las pasiones del show y estimulan las emociones del espectador que ve un programa que no puede ser silencioso: es una especie de fiesta entre amigos. De amigos peculiares, claro. Por eso mismo, las salidas y entradas del programa derrochan un subidón escénico sin complejos, clave para romper la escaleta, mantener el ritmo del show y contagiar ímpetu al interés de un espectador sin tiempo a relajarse.

- Ideas naifs.

¿Culo o codo? ¿Efectos mariposas? ¿Cámaras ocultas con niños? ¡Experimentos? Menudo batiburrillo de infantilismos podrían pensar algunos, pero en realidad El Hormiguero es la televisión que hace espectáculo con la curiosidad más traviesa. Esa curiosidad que está por encima de la edad del público, esa curiosidad que traspasa generaciones.

Y ahí está la fórmula del longevo éxito del programa de Pablo Motos y de cualquier show: el entretenimiento imprevisible, el entretenimiento en el que todo puede pasar y, además, descubre y despierta inquietudes. Porque también se pueden despertar inquietudes a través del entretenimiento televisivo. En eso consiste. Y El Hormiguero lo empaqueta y da forma con una personalidad apabullante que se va dibujando con músicas, bailes, unas hormigas de trapo (que dan corrosión y vivacidad al discurrir del formato) y unas ideas sin demasiado miedo a las ideas. Porque el entretenimiento televisivo se resume en eso: no tener miedo a las ideas y saber plasmarlas con mirada propia. De ahí que El Hormiguero, ese programa que muchos directivos no hubieran dado jamás el visto bueno, ya está subrayado en fosforito en nuestra historia de la televisión.

@borjateran

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