OPINION

De Espinete a Dora, la exploradora: los pilares del éxito de la programación infantil no cambian (tanto)

DORA-LA-EXPLORADORA-TVE
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Ruidosos, hiperactivos e histriónicos. El día del estreno de estos hipervitaminados dibujos animados, el 14 de agosto de 2000, pocos imaginaban que su protagonista, Dora, se convertiría en una gran musa latina mundial.

“Dora se ha ganado a los niños por su espíritu aventurero, curioso, honesto y amable, pero también porque se trata de un personaje femenino y latino que está muy preparado y no tiene miedo a nada”, explica su creadora Valerie Walsh Valdés. No le falta razón, aunque, también, el éxito de Dora, la exploradora va más lejos de fomentar valores luchadores o de su dedicación en promover el interés precoz por otros idiomas (apostando por el bilingüismo en sus tramas). Sobre todo, la serie ha sabido aprovechar desde la tele el lenguaje de Internet para conquistar a las nuevas generaciones de niños.

Porque Dora hace a sus pequeños espectadores partícipes de cada aventura. Sus diálogos insisten en la participación de los niños desde su casa. Dora persiste, una y otra vez, hasta convertir la emisión tradicional en toda una producción interactiva, donde el pequeño es un actor más e incluso cuenta con sus huecos en los diálogos, en forma de silencio, para que responda a los estímulos del dibujo animado.

Dora, la exploradora ha demostrado que para triunfar con una serie de animación no son necesarios grandes alardes escénicos (de hecho, esta ficción es demasiado básica). Lo importante es definir con una clarísima sencillez el mensaje didáctico a lanzar. Enseñar gracias a una buena ración de aventuras fantasiosas, centradas en un puñado de personajes reconocibles para el espectador (Botas, Mapa...). Al igual que hacían los personajes de Barrio Sésamo.

Porque Dora sigue los infalibles patrones educativos que incorporaron los pioneros de la televisión infantil Lloyd Morrisett y Joan Ganz Conney en Barrio Sésamo. Estos creadores tuvieron claro que un show para niños debía ser una sucesión de elementos breves, claros, con ideas repetidas hasta la saciedad (lejos-cerca) para hacer llegar el mensaje. Sin olvidar la apuesta por las canciones pegadizas. Así daban en la diana del futuro de la televisión: multiestimulada. La infantil, pero también la adulta.

La tecnología ha avanzado, los dibujos animados pueden ser más espectaculares y la experiencia de usuario intenta ser más compleja y dinámica, pero la ingenuidad de un niño se mantiene completamente intacta. Dora, la exploradora, como aquel primer Barrio Sésamo, no necesita más parafernalias que la repetición de términos conjugados con imaginación para conectar con esa mirada cómplice de las nuevas generaciones, la misma mirada con la que hace 30 años idolatrábamos las ocurrencias de Espinete. Porque ni la televisión ni los niños han cambiado tanto como parece.

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@borjateran

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