OPINION

Lo mejor y lo peor de Eurovisión 2016, ¿circo o canciones? (CRÍTICA)

eurovision 2016 final
eurovision 2016 final

Era previsible. Un año más, España no ha ganado Eurovisión. Y la culpa no ha estado en el cacareado mito de la politización de los votos. El problema ha venido de la mano de la propia candidatura de Barei que, aunque en la final ha movilizado al público y las redes, no destacado sobre el resto de países con propuestas con historias muy definidas, en las que se integra la música con las cualidades de la tele.

Al final, ha ganado Ucrania aunque, sobre todo, ha ganado el espectáculo televisivo. Con un final hiperemocionante. Porque Eurovisión ha demostrado, de nuevo, el secreto de sus seis décadas de éxito: es un programa que entremezcla competición transfronteriza con el asombro por actuaciones fuera de lo común y la emoción del televoto, que además este 2016 se ha adaptado para aguantar la tensión del ganador hasta el último minuto. Como un buen producto televisivo que no quiere que el interés decaiga hasta el último segundo. De hecho, han saltado chispas con la efectista nueva fórmula de recuento.

Eurovisión, por tanto, se adapta a su época con una habilidad indudable que incluso, a veces, se adelanta a su tiempo. Pero, ¿hacia donde van los derroteros que está tomando el eurofestival?

Esta noche, ha triunfado la televisión que se hace al milímetro (para que la curiosidad del espectador casi no pueda bajar la guardia) con una compleja coreografía de elementos en escena, que se muestran gracias a pluscuamperfectos movimientos de cámara que han logrado una emisión tan impresionante como espectacular.

Y esa parafernalia se puede utilizar para impulsar propuestas musicales de largo recorrido, buenas canciones con buenos intérpretes que se promocionan utilizando los engranajes de la buena televisión. O, en su defecto, esta parafernalia se puede focalizar para quedarse en la rimbombantes, aunque superficiales, fuegos de artificio que sobresalen frente a los competidores, dejan con la boca abierta a las abuelas pero no tienen mayor recorrido, como ha sucedido en esta edición con Rusia. Aunque, a nivel televisivo, hay que destacar (e incluso estudiar en las escuelas de realizadores) las propuestas de Armenia, Holanda (con el cantante sabiendo mirar a cámara cuando toca) o especialmente Georgia, con una planificación visual de matrícula de honor.

Pero, tras esta catártica gala, ¿cuál es el rumbo de Eurovisión? ¿Circo o canciones? Ha ganado Ucrania, ha ganado la música que se apoya con la tecnología. Porque el futuro de Eurovisión va por la música con carácter, que se queda en la retina y que no es anulada por la tecnología, como ha sucedido con la favorita Rusia.

Porque el futuro de Eurovisión pasa por la música que se integra en coherencia con la escenografía, que entiende la importancia de contar una buena historia con personalidad, fruto del ensayo y el riesgo creativo. Y Ucrania lo ha hecho. No es nada nuevo. Porque la televisión es eso de siempre, ya sea en un informativo o en una gala musical: transmitir historias con mirada propia.

Y en Eurovisión ahora habrá más pantallas gigantes (que Barei se ha olvidado de utilizar), luces robotizadas y mucho impresionante aparataje puntero pero, esta noche, el ADN del festival ha evidenciado que sigue intacto desde sus inicios, ejemplificado en ese público que ondea banderas de sus países desde el estadio (Globen Arena). Esas significativas banderolas no han cambiado nunca en la historia del song contest. Ahí está la causa de que se mantenga ese fervor rompe-audiencias por el eurofestival, pues este complejo show representa a la televisión que nos une frente a la pantalla desde la ilusión. Esa ilusión televisiva que apasiona, genera debate, despierta curiosidades y borra fronteras, la esencia por la que hubo un tiempo que soñábamos en la Unión Europea.

LO PEOR de la gala

El arranque de la gala, donde se iban presentando a los diferentes participantes en una especie de desfile a medio camino entre 'Victoria Secret' y 'Noche de fiesta' de José Luis Moreno.  Fue extraño y no contó con el subidón inicial que merece Eurovisión. Los comienzos fueron más apoteósicos en las semifinales.

LO MEJOR de la gala

La realización visual del espectáculo. El formato ha demostrado seguir en buena forma, demostrando la mejor TV, aquella que se trabaja con tiempo a ensayo. Espectaculares los planos aéreos de la spidercam, cámara que cuelga del techo como una araña y puede conseguir desde un inmenso gran plano general hasta un primerísimo plano detalle en un mismo movimiento. Sin ningún fallo, con incluso cambios de puestas en escena en directo sin que el espectador se diera cuenta, entrando y saliendo elementos del escenario (como ha hecho Australia con su cubo y cristal de proyecciones), pues la realización estaba coreografiada a la perfección para que el ojo del público no se percatara de la aparición de operarios en escena para cambiar el set. Una escaleta que no olvidó incluso reírse del propio festival y sus tópicos en el entreacto. Tan sano. Tan bueno. Tan televisivo. Tan Eurovisión.

Eurovisión 2016: lo mejor y lo peor (a nivel televisivo) 

@borjateran

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