Ha vuelto a suceder. Las encuestas del día electoral no han acertado en su pronóstico. Llevan dos fallos consecutivos graves. Sucedió en la noche del escrutinio del 20 de diciembre y, de nuevo, este 26 de junio. Ni ha existido sorpasso, ni el PP ha bajado escaños. Al contrario, ha crecido. Rajoy ha ganado las elecciones. Es el triunfador del 26J.
Pero, otra vez, han perdido las encuestas, que no han atinado en su veredicto. Y aquí surge una pregunta ¿es necesario contratar a una empresa demoscópica para un pronóstico que se va a quedar desfasado en sólo una hora?
No tiene demasiado sentido que con la actual celeridad del escrutinio de las noches electorales españolas se invierta en un dato tan efímero. Sin embargo, el casamiento de este tipo de encuestas y la televisión sigue funcionando, pues se utilizan para crear contenido mientras surgen los resultados reales.
La audiencia está expectante de información rauda y veloz y estas previsiones demoscópicas crean un debate cargado de expectativas para los comentaristas que están sentados en los platós y necesitan materia prima que examinar.
Este tipo de encuestas no aciertan en tiempos de postureo. Pero bien cocinadas sí sirven para redefinir votos y, en la noche electoral, sobre todo, son perfectas para calentar la expectación de los primeros minutos de los largos programas especiales de las cadenas. Porque las encuestas son perfectas para atraer al espectador ante de los resultados soberanos e impulsar el share. Aunque el resultado real sea todo lo contrario.
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