“Hola, corazones. Por fin, os abrimos nuestro corazón. Estoy muy contenta, porque hoy es nuestra primera cita”. Con estas palabras, Anne Igartiburu arrancaba Corazón de Verano. Lo hacía desde el minúsculo plató número 7 de Prado del Rey, donde no había ni decorado. Sólo bastaba una silla y un fondo verde en el que se proyectaban grafismos llenos de corazones. Como no podía ser de otra manera.
Hoy, casi dos décadas después, se cumplen 19 años del parto del veterano programa de La 1. La idea de su primer director y alma, Miguel Cruz, era hacer un formato en directo más cercano el rimbombante, elitista, fino y enlatado Corazón, corazón de Cristina García Ramos, grabado desde hoteles caros de Madrid.
Y entre reconocibles (y fáciles de parodiar) formas de corazón y más formas de corazón, el programa se convirtió en un éxito imprescindible en la parrilla de la cadena pública. Así que después vendrían más corazones: Corazón de otoño, de Navidad, de invierno, de primavera. Y otra vez el de verano. Un bucle infinito que fue creciendo hasta sacar el formato a la calle con programas especiales realizados en exteriores por todo el territorio nacional, incorporar decorados diseñados por Agatha Ruiz de la Prada o apostar por colaboradores como Shangay Lily.
El tiempo ha pasado y 19 años después, Corazón de verano ya sólo es Corazón y Anne ya no dice "hola corazones" como pedía el guion del programa en sus comienzos. Pero ahí sigue la fórmula del cuore televisado, siendo una columna vertebral de la parrilla de La 1 de Televisión Española.
Aunque el futuro de este tipo de información desde una cadena pública pasa por un nuevo vuelco: más irónico y más crítico. Relativizando el cotilleo. Como debe ser siempre la información rosa: desde la distancia de la inteligencia. Y eso, en realidad, no es nada nuevo. Ya lo hacían hace tres décadas programas como Bla, Bla, Bla. Claro, que para eso se necesita una complicidad de los famosos que tal vez no existe hoy. Habrá que inventar a los famosos de verdad.
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