OPINION

'Quiero ser': el problema del nuevo programa de Telecinco

sara carbonero quiero ser
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El estreno de Sara Carbonero y los influencers se ha quedado en un pobre resultado de audiencia, con un 9,9 por ciento de cuota de pantalla (1.394.000 espectadores)

Los calores del verano han llegado. Y Telecinco ha aprovechado las vacaciones para apostar por Quiero Ser, una especie de talent show presentado por Sara Carbonero y que cuenta con el objetivo de buscar a una nueva it girl influencer (bueno, también hay un posible it boy). ¿Que en qué consiste ser it girl influencer? Pues parece que es una profesión en alza que viene a equivaler a tener muchos seguidores en las redes sociales y marcar tendencia con la ropa que te pones y tus posados sobreactuados que te haces para Instagram. Con uno, dos o tres filtros.

Pero este programa no deja de ser un experimento estival (de bajo coste y pobre factura visual) que no encaja con el lenguaje del prime time de Telecinco, ligado a las emisiones en directo, con gran plató y personajes apasionados con los que se puede identificar el espectador medio del canal.

Quiero ser, en cambio, es una especie de evolución (o involución) de Supermodelo con toques de Las joyas de la corona (el reality que buscó refinar a su casting) pero sin pasarela ni academia ni palacete ni estudio que sirva como referencia de la competición. De hecho, los protagonistas ni comparten plano con Sara Carbonero, que sólo lee con cierto desapego y sin contagiar entusiasmo sus entradillas desde una especie de azotea perdida en Madrid.

Al ser un producto grabado como un docushow, el espacio pierde este nervio, pasión y frescura que acostumbra a tener Telecinco en prime time. Este programa enlatado entronca, por tanto, con un público más de Cuatro. Ese público que está en las redes sociales y que interactúa con los programas a través del sentido del humor. Sin embargo, la comedia tampoco es que sea el gran fuerte de Quiero Ser.

El programa tiene píldoras de humor, pero se centra más en el dibujo rápido de las personalidades de los concursantes para entrar directamente en terreno de conflictos. En un intento de alimentar más esas disputas, los profesores Cristo Báñez, Dulceida y Madame de Rosa introducen, sin entenderse muy bien la razón, diferentes elementos no muy cruciales para entender la moda: lo mismo ponen a los aspirantes a hacer deporte con un aro (¡un aro!), lo mismo se promueven extraños consejos de nutrición (si comes ensalada, se te cae el pelo).

Y ahí está otro elemento que complica el formato: los participantes, al menos en la primera entrega, no resultan identificables por parte de la audiencia. Para el espectador, es difícil entender que cuenten con unas aspiraciones vitales tan superficiales. Menos aún si no se enfoca el producto con golpes de humor, en música y edición, que humanicen a los concursantes.

Si en Mujeres, hombres y viceversa te puedes identificar con tronistas despechadas, en First Dates te puedes sentir reconocido en citas frustradas o en Gran Hermano puedes sumergirte en un culebrón de la convivencia (y expulsar con el televoto al personal), en Quiero ser se muestra una realidad demasiado impostada y que tiene mucho de burbuja en redes.

El objetivo no está bien definido para el público más mayoritario de Telecinco, que no entiende qué profesión es esta de los influencers y cómo se puede vivir de ella. No es ser cantante, no es enamorarte, es una oda a la superficialidad. Y como tal, no está bien explicada. La audiencia más masiva no ha oído jamás el término influencer. Ni falta que le hace.

A su favor, Quiero ser cuenta con que ha arrancado en un día de baja competencia, dura el tiempo exacto y consigue que sus protagonistas no despierten excesiva simpatía pero tampoco indiferencia. Con un plató y un presentador ácido ganaría este show. Pero, de momento, en su estreno, ha parecido un programa más propio de relleno de televisión temática que de Telecinco.

@borjateran

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