OPINION

Motivos por los que ya estamos echando de menos a Mercedes Milá en este 'Gran Hermano 17'

mercedes mila despedida gran hermano
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Arrancó Gran Hermano 17. Sonó la reconocible sintonía. Se abrió la grada, que este año servirá de puerta-móvil de entrada al plató. Y salió Mercedes Milá. Entonces, se disparó una gran ovación del público. Eran ex concursantes y fieles del primer gran reality: todos aplaudiendo, emocionados, para arropar el adiós de Mercedes Milá. Contagiaban emoción. Emoción, de verdad.

Porque Mercedes Milá venía a despedirse, a pasar el testigo a Jorge Javier Vázquez. Probablemente, el mejor presentador que podía sustituir a la periodista todoterreno en este oficio.

Un 'hasta siempre' al programa de Milá que ha sido el gran instante televisivo de la primera gala de Gran Hermano 17, pues volvimos a ver a la Mercedes apasionada, enérgica y arrebatadoramente sensible. Incluso sus ojos se mojaron de lágrimas. "Los abrazos siempre sirven", sentenció cuando Jorge Javier le preguntó si le serviría de algo un abrazo suyo en el momento en el que se emocionaba.

Y Mercedes se fue por la puerta (grande). Y comenzó el programa sin ella. Y Jorge Javier se enfrentó a solas al complejo tono del formato, donde el presentador está atado en exceso a la lectura de un guion a través del autocue (chivato que lleva incorporado la cámara), algo que no siempre permite la espontaneidad que acostumbra el presentador en otros formatos. No obstante, con el avance de la edición, la evolución de los programas y la creación de tramas entre los concursantes, Jorge Javier será más Jorge Javier. Saldrá a flote su personalidad, su gracia y su ironía, ingredientes esenciales suyos con los que esta noche ha podido coquetear poco, sólo a ratos, cuando no había que estar siguiendo escrupulosamente el guion de un show tan enredado.

Pero, de alguna forma, todos los sentimos: en el instante en el que Mercedes abandonó el plató, se palpó un enorme vacío en el espacio, pues con su marcha, Gran Hermano España ha perdido la reconocible pasión que le impregnaba su emblemática maestra de ceremonias.

Porque Mercedes tiene un don: contagia un nervio inconfundible a todo lo que cuenta, un nervio que traspasa la pantalla e incluso consigue hacer interesante y vibrante lo que en realidad es aburrido o anodino. Ella disfrutaba del programa sin medias tintas, se comía el plató con una incontrolable energía y quería al programa como nadie. Ella misma se creyó lo del experimento sociológico que nos vendieron en el año 2000.

Milá era la gran marca de diferencia de Gran Hermano, la que lo hacía diferente a Supervivientes o cualquier otro reality. Con Jorge Javier arranca otro Gran Hermano que probablemente seguirá conectando con una audiencia que también adora al presentador, pero algo nos dice que será menos único que hasta ahora.

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@borjateran

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