OPINION

Lo que debería aprender 'Gran Hermano 17' del primer 'Operación Triunfo'

concierto-reencuentro-OT
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En un tiempo en el que parecía que la música en el horario de máxima audiencia de la televisión estaba dejando de interesar, llegó a La 1 de TVE un programa con jóvenes queriendo ser cantantes. El 22 de octubre se cumplirán 15 años del nacimiento de Operación Triunfo.

Nadie confiaba demasiado en este formato, creado en la productora Gestmusic. Una idea que había pasado por todas las cadenas y que todas las cadenas habían rechazado. Pero, finalmente, TVE sí aprobó el proyecto. No sabían que acababan de dar luz verde a uno de los mayores fenómenos de la historia de la televisión.

De hecho, el programa llegó sigiloso a la parrilla de los lunes. Sin grandes alharacas, sin grandes promociones. Simplemente llegó. Pero llegó en el momento adecuado: Gran Hermano había enseñado al público lo que significaba un reality de convivencia, ahora OT daba un paso más allá, convirtiendo una academia en un gran espectáculo televisivo. Todo cobraba sentido.

La cosa consistía en siete días de clases que terminaban en un examen semanal a modo de gran gala en la que, por supuesto, había expulsión del que peor había hecho los deberes. La emoción nacional estaba servida, pues aquí los concursantes tenían oficio y, lo más importante, contaban con un sueño con el que era fácil que la audiencia se sintiera reflejada.

Y ese fue el mayor acierto de Operación Triunfo 1: supo reunir un casting de chicas y chicos que podían ser cualquiera de nosotros. No eran guapos de manual, pero cada uno tenía un talento terrenal, tangible. Y mucho encanto, cada uno a su manera.

El programa, además, recalcaba la importancia del esfuerzo y atrapaba al espectador gracias a que este también podía aprender mientras veía la evolución de unos concursantes que, por su parte, a la vez lidiaban con sus frustraciones, miedos e ilusiones.

Han pasado 15 años y paradójicamente la televisión de hoy ha perdido parte de la esencia de aquel primer Operación Triunfo en el que nadie sabía a lo que se enfrentaba. Ni los profesores, ni los alumnos, ni la audiencia. Pero, por eso mismo, OT da una lección a los realities de hoy: la necesidad de volver a recuperar perfiles diferenciados, especiales, carismáticos, reales, cada uno de su padre y de su madre.

Porque la homogeneización de los castings de los realities los están alejando de la calle. Y, así, cuesta mucho encontrar algo verdaderamente especial entre las audiciones de La voz. Y ahí está latente también uno de las razones de la bajada de audiencias de Gran Hermano 17: son chicos que parecen creados en un laboratorio de clones de Telecinco.

Quizá es complicado precisamente porque hoy es imposible encontrar concursantes que no hayan crecido viendo realities y que no se conozcan todos sus recovecos. Nunca sabremos si Rosa, Bisbal o Bustamante fueron quienes fueron porque nunca habían visto OT antes. Pero lo cierto es que de aquella mágica ingenuidad apenas queda rastro en la tele de hoy.

> Los 7 elementos que no deben faltar en el concierto del reencuentro de OT (VÍDEOS)

@borjateran

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