OPINION

Por qué 'Gran Hermano' está siendo tan longevo en España y 'Operación Triunfo' no

Tras el éxito de Gran Hermano, llegó Operación Triunfo y se daba así un paso más allá en la complejidad del género televisivo de la tele-realidad. Por primera vez en España, nacía un reality en el que los participantes debían estudiar, esforzarse e incluso equivocarse para cumplir su sueño: triunfar en la música. No sólo dormían y se peleaban, también aprendían y crecían frente a la atenta mirada de una audiencia que se sentía reflejada en su evolución y aspiraciones.

El programa se convirtió en un fenómeno de masas sin precedentes, ya que reunía en un mismo formato el reality tradicional -la exposición de unos futuros artistas compartiendo su experiencia en una academia a través de la tele, creando filias y fobias en el espectador- y el gran espectáculo de concurso musical -en la gala, además de expulsiones y salvaciones, se demostraban los resultados de la semana de trabajo-.

Pero, a pesar de lo brillante del formato, Operación Triunfo sólo ha contado con ocho temporadas (encima entrecortadas, tres en TVE y cinco en Telecinco), mientras que Gran Hermano ya va por su etapa número diecisiete. ¿El tele-conflicto ganó al show musical?

Una de las las grandes fortalezas de Operación Triunfo radicó en que la televisión en España estaba virgen de formatos de estas características. Había cantera de talentos de verdad y sin explotar. Y OT lo aprovechó en sus primeras ediciones.

Operación Triunfo requiere un casting potente de artistas con una materia prima que se salga de lo común. En OT no sólo basta cantar una canción con un micrófono en la mano; en OT se necesita sorprender semana a semana sobre el escenario. Interpretando diferentes estilos, con complejas puestas en escena. Y ahí está su poder y su principal problema: que este casting potente que se necesita en cada edición... se agota en España.

Nuestro país no es tan grande como Reino Unido, donde de su X Factor han salido estrellas internacionales como One Direction, Leona Lewis o James Arthur. En el panorama español, el mapa de artistas que estén dispuestos a participar en un show de estas características no es tan grande. De hecho, muchos de los talentos que han pasado o están pasando por La Voz, ya lo habían intentado en otros programas del estilo. Incluso repiten en La Voz.

Los directores de casting ya se conocen a casi todos los que suelen hacer cola en este tipo de convocatorias, porque lo intentan y lo reintentan. Es por eso que son los propios creadores de los programas los que salen a la caza de talentos más allá de estas convocatorias. ¿Dónde? En lugares como festivales, teatros o YouTube,  que es todo un escaparate por explorar perfiles sin tanta avidez por las cámaras televisivas. Hay mucha gente brillante que jamás se presentaría por iniciativa propia a un talent show. Menos aún si se trata de un reality show. Quizá, también, porque en nuestro país estos programas se han ganado cierto estigma de mala fama: se les considera casi contraproducentes de cara a intentar lograr una carrera “seria” en el mundo de la música, pues existe un prejuicio sobre el hecho de que se están fabricando muchos juguetes rotos, de usar y tirar. Cuando se apagan los focos del plató, hasta la propia cadena que ha cobijado a esas futuras estrellas los olvida.

Entrar a la casa de Gran Hermano es fácil. Sólo basta tener ansias de fama y un poco de morro. Y de esto sí vamos sobrados en España. En GH, no hace falta un arte intrínseco musical. En cambio, pisar la academia de OT, por tanto, requiere un talento más allá de una voz bonita (o calentita). Para destacar en OT, se precisa un algo especial que muy pocos tienen.

Hay que dar, por tanto, un tiempo de respiro al género del talent musical y, además, hay que abrir el espectro de géneros en este tipo de programas. Porque la música en España no solo se compone del quejío flamenquito que tanto abunda en La Voz, por ejemplo.

Si se deja pasar tiempo para que crezcan y se arriesga más en los estilos musicales, saldrán nuevos y jóvenes artistas con potencial, que no parezcan clónicos o imitadores de otros, y, sobre todo, que cuenten con unos mimbres para poder dedicarse después a la música como profesionales. Que sean únicos. Porque de eso se trata: de pegar al espectador a la pantalla colocando sobre el escenario a concursantes tan excepcionales como humanos, tan extraordinarios como empáticos. Entonces podrá volver la esencia de OT de mil maneras. Porque la música genuina y verdadera que cuente con una buena historia detrás de cada actuación siempre triunfará en televisión.

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