OPINION

'Destinos de película': lo mejor (y lo peor) del programa viajero de Màxim Huerta

maxim huerta
maxim huerta

La televisión está cargada de pequeñas revelaciones que no atesoran grandes titulares ni generan ríos de trending topics pero que, sin embargo, aportan un valor extra en la programación, el plus de la curiosidad en el público.

Así, sigiloso y sin grandes fanfarrias, ha aterrizado en la programación Destinos de película. A primera vista, otro programa más de viajes. Esta vez en La 1, con Màxim Huerta y con la excusa de mostrar localizaciones cinematográficas. Excusa, pues el formato no se queda en el nicho del espectador cinéfilo y apuesta por ser un retrato urbano pensado para todos los públicos. Una guía turística apta para soñar e incluso reproducir las propuestas viajeras que realiza Màxim.

El 'pero' del programa está en que, por el coste de los derechos de emisión de las películas, no puede utilizar la mayoría de las secuencias de las que habla. Salvo excepciones, sólo fotos del filme en cuestión. Y eso empobrece el discurrir de cada edición del programa. El espectador no puede comparar entre lo que plasmó el celuloide y el lugar real.

Aunque, al final, esa debilidad se olvida por la complicidad que genera su maestro de ceremonias, Màxim Huerta, transparentemente cercano. Y también la narradora del programa, Mónica, voz en off que da datos singulares y prácticos pero que no se queda en el monólogo y se dirige al presentador. De esta forma, Destinos de película rompe con la percepción robótica de los locutores de la tele y transforma su invisible presencia en un personaje participativo, más empático e incluso algo travieso. Con nombre propio, Mónica. Como ya sucedía en el formato predecesor de Destinos de película, Planeta Finito, que mostraba el mundo a través de la mirada de diferentes cómicos imitando a personajes (muy) famosos.

Ese binomio Màxim-Mónica funciona a la perfección en un programa que, además, cuida la selección musical y fluye sin estrés. Nada que ver con otros espacios similares, como Callejeros Viajeros, que no dan tiempo al espectador a respirar... con la frustración que eso genera cuando estás intentando ver las postales turísticas que te muestra el programa.

El pasado lunes, Destinos de película concluyó su primera temporada con Berlín. Atrás quedan ciudades como Nueva York, Roma, Londres, París o Venecia. Una pequeña primera tanda de episodios que ha sido vista y no vista, así que, como las grandes películas del cine, el programa merece una segunda parte en la que explorar nuevos lugares y abrirse a destinos menos frecuentes. Incluso dentro de España.

Porque la buena televisión también se construye con esos pequeños programas que abren los ojos al mundo. Programas que, desde el entretenimiento, despiertan inquietudes y algún que otro sueño. Y Destinos de película, en más de un espectador, ha logrado ese despertar de la curiosidad en dos vertientes: en la cinematográfica y en la viajera.

@borjateran

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