Los Desayunos de TVE cumplirán 23 años en emisión el próximo 8 de enero. Lejos quedan ya aquellas primeras etapas de un programa que nació con la idea de realizar sinergias con Radio Nacional de España. Entonces, La 1 conectaba con el estudio de radio, donde Julio César Iglesias y Diego Carcedo entrevistaban a los líderes de los partidos y los protagonistas de la actualidad.
Dos décadas después, ya no es un programa de radio "retransmitido" por la tele para promocionar la emisora hermana, ahora es un informativo matinal que ha cambiado dependiendo de la personalidad de su presentador y la gestión política de TVE. Sólo se mantiene una característica intacta: es la referencia de la entrevista política en Televisión Española.
Sin embargo, Los Desayunos pasan por su peor momento de audiencia desde que cogiera las riendas del programa Sergio Martín en el arranque de la temporada. Unos datos que se deben a la dura competencia, que ha crecido este curso con la incorporación del formato 'Un café con Susanna', donde Susanna Griso realiza una entrevista directa y personal desde un luminoso set y que, además, sirve para impulsar la audiencia posterior de Espejo Público.
Pero sobre todo las malas audiencias de Los Desayunos están en las nuevas dinámicas que ha introducido el programa con Martín y que han desvirtuado su esencia informativa. Con la llegada de Pepa Bueno y luego con la dirección de Ana Pastor, Los Desayunos se modernizaron y dejaron atrás la tertulia para apostar por la entrevista incisiva con conexiones informativas ágiles y directas.
También había debate, pero sólo como apoyo a la entrevista diaria y para que los periodistas analizaran la actualidad de una forma breve y directa. Importaban más los protagonistas de las noticias que los contertulios.
Desde este septiembre, en cambio, Los Desayunos se han transformado en un programa de autor en el que manda más la opinión que la información. El debate ha dado paso a la tertulia sosegada, en la que parecen estar todos de acuerdo y en la que se ha perdido pluralidad de periodistas (no sólo ideologicamente, también de edad). Y la entrevista ha pasado a un segundo plano, sin lograr titulares que sean referencia para el resto de medios de información como sucedía antaño.
En esa pérdida de valor de la entrevista también pesa el nuevo decorado, con una disposición que aleja a los invitados, a los colaboradores e incluso al propio presentador. El espacio ha optado por una especie de pupitres que crean una barrera con el espectador. Además, colocan en una posición extraña a Sergio Martín y su invitado, que no sabe el lugar al que debe mirar y no cuenta con una posición destacada en el plató. Parece un colaborador más.
En este tipo de programas, funciona mejor una gran mesa que genere unidad de todos los elementos. Los escritorios de colegio de los nuevos Desayunos propician una rigidez que, encima, descoloca a la audiencia, pues da la sensación de que los protagonistas del programa no se miran entre sí.
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