OPINION

Los seis ingredientes básicos para triunfar en el perverso mundo de las galas de televisión

Santiago Segura
Santiago Segura

¿Por qué no terminan de salir del todo bien las galas de celebración en la televisión en España? No son buenos tiempos para estos grandes y glamourosos programas especiales que pretenden llenar el prime time de pompa, recuerdo y emoción. Complicados de producir y fáciles de criticar, suponen una exposición perversa para la emisora de turno. De ahí que ya ni las cadenas quieran emitir los premios de la Academia de la TV. Las televisiones han cogido miedo a las galas festivas. Pero la audiencia no las repele. Los datos de share de la gala de los 60 años de TVE o de Los Goya evidencian lo contrario, el problema está en que, en los últimos años, estas ceremonias se han quedado cojas de algún que otro ingrediente básico. Y sin todos los ingredientes, cocinados en su justa medida, no termina de cuajarse bien la receta.

1. Corrosión

Toda buena gala de celebración debe contar con un personaje que suelta aquello que todos están pensando pero que nadie se atreve a decir. Un corrosivo que se atreve a decir a la cara de los populares el chascarrillo más despiadado. Porque la buena gala debe reírse sin medias tintas de sí misma y de sus protagonistas. Con la dosis suficiente de ácida verdad. El espectador disfruta de ese toque malicioso que provoca un retrato cómico del gremio que trate la gala y pone en bandeja a la realización televisiva la expresiva cara de los populares rostros que acuden al sarao como público y que, superados los previsibles discursos institucionales, son parodiados en el monólogo o presentación. En España, en los últimos tiempos, las celebraciones han sido una nube de algodón de azúcar en donde se pretendía quedar bien con todo el mundo y, como consecuencia, se producía una indiferencia que hacía caer a estas producciones al olvido. La autocrítica no es mala, menos aún con buen y necesario sentido del humor, que es una práctica altamente saludable.

2. El protagonismo del patio de butacas

En los últimos Oscar conducidos por Ellen DeGeneres, el equipo tuvo claro que debía residir el protagonismo en el patio de butacas, pues ahí estaban sentadas las estrellas más importantes de Hollywood. Y, de nuevo, se apostó por cierta corrosión. Incluso se jugó con el hambre que se pasa en este tipo de galas y se llamó a un pizzero para remediarlo. Todos comieron las pizzas con ansias. Es crucial en cualquier tipo de galas de prime time que exista un público reconocible por el espectador. Estos rostros son claves para enriquecer el sarao gracias a los planos de reacción. Mejor aún si ese plano retrata la expresión del protagonista de un chiste. O una maldad. Ellos son los verdaderos protagonistas.

3. El ruido ambiente a tope

Ese público, además, debe estar bien animado para estar vivo en la emisión. Y no distraído mirando el móvil o masticando chicle cuando la cámara lo enfoca. En Estados Unidos saben que, aunque se esté de público y no en el escenario, hay que desprender una actitud festiva, en la que rara vez te pillen dormido. Así el patio de butacas aplaude, baila y canta si hace falta. Arropa al presentador, no lo abandona en sus presentaciones, entienden que su papel es crucial para hacer más entretenido el show. Incluso gritando para recalcar el asombro ante algo que nadie espera.

4. Lo inesperado

La imprevisibilidad debe ser fundamental en toda gala que se precie. Que se transmita la sensación de que todo puede ocurrir en cualquier momento. Desde que se salte el guion uno de los actores participantes a que exista una aparición sorpresa que ni el propio equipo del programa conozca. Como sucedió en los Goya que presentó Buenafuente en 2010, los mejores a nivel televisivo hasta la fecha. Allí apareció inesperadamente Pedro Almodóvar, que hasta entonces no tenía muy buena relación con la Academia de Cine. Nadie lo sabía, nadie lo avisó. Y la realización mostró los caretos de las celebrities presentes en la sala: estaban atónitos ante tal aparición. Su expresividad traspasaba la pantalla, esa expresividad que no se interpreta, que tambalea el sentimiento del espectador porque contagia una poderosa verdad que no se puede prefabricar. Anunciando esta visita previamente, la magia del momento se habría esfumado.

5. Emoción

Cualquier buena gala debe contar con su granito de emoción. Con ese discurso espontáneo que parece incontrolable, con esa reencuentro que une a la audiencia frente al televisor, con ese golpe de efecto que nadie se espera. Pero no siempre es fácil conseguir demasiados hitos, menos aún si la gala es grabada. Rodando el evento en falso directo se puede editar y apurar determinados números o actuaciones mejor, pero también se merma la capacidad a la hora de crear un acontecimiento irrepetible que el espectador sabe que está pasando cuando lo está viendo y que puede suceder cualquier imprevisto. Ese nervio del directo sin red se contagia por la pequeña pantaña hasta producir la percepción de que si no lo estás viendo, tal vez, te estés perdiendo un evento para la posteridad.

6. Trama transversal

Y, por supuesto, la gala perfecta necesita un guion transversal que vaya salpicando de una pequeña historia o conflicto durante toda la emisión que de un toque de unidad a todas las partes del sarao y que capte la atención en segundo plano del espectador. Una trama lógica, juguetona y que termine con un desenlace sin medias tintas en la despedida de la gala. Para cerrar el círculo de contenidos de verdad, para no acabar sólo con un "Buenas noches", un número musical y un plano general. Para concluir con un colofón de guion con una personalidad propia irrepetible. Por ejemplo, en los primeros Goya de Buenafuente, el cómico se quedó postrado sobre el escenario. Había sido "disparado", como en las películas de gangsters. Buenafuente no acabó el show sin más, terminó la gala contando una historia y bromenado sobre lo difícil que es salir ileso de este tipo de acontecimientos. Y eso, al fin y al cabo, es la televisión: contar una historia hasta el último segundo, antes de fundirse a negro el programa de turno.

@borjateran

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