OPINION

Risto Mejide: lo mejor y lo peor de su regreso al 'Chester'

risto mejide chester in love
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Risto Mejide ha superado en audiencia a su rival directo, La Sexta. 'Chester In Love' ha conseguido un 7.3% y 1.445.000 espectadores, mientras que 'El objetivo de Ana Pastor' se ha quedado en un 6.1 por ciento de cuota de pantalla y 1.239.000 fieles.

Viajando con Chester es uno de los mejores formatos que ha dado nuestra televisión en los últimos años. Un programa con una fórmula contundente: un reconocible sofacito que se iba customizando a tono con cada invitado y que servía de entrevista prácticamente desnuda entre Risto Mejide y un personaje relevante. No hacía falta mucho más que la conversación entre Mejide y su convidado, aderezada con apuntes de hemeroteca.

Pero Risto se fue a la competencia y el programa continuó con la personalidad de Pepa Bueno. El Chester se convirtió en otra historia. Más informativo, menos de autor. Ahora, más de un año después, Viajando con Chester ha regresado. Sin viajes esta vez. Pero con su alma intacta: Risto Mejide.

Ya no se redecoran sofás y el equipo ya no acude a localizaciones que conecten con la vida del entrevistado. Ahora es un programa con plató, dos grandes pantallas y público. De ese tipo de público que uno no sabe muy bien qué pinta. Porque muy despierto tampoco parece...

El Chester se ha transformado en una tanda de programas temáticos para abordar los grandes temas que nos ocupan: que si el amor, que si la fama, que si Dios. Y lo hace con máximos exponentes en cada materia. Exactamente, tres por cada entrega. De Cristina Cifuentes a Belén Esteban. Además, también aparecen pequeños cameos estelares, que se suben a una especie de cajón para apuntar su experiencia y, de paso, dinamizan un pelín la entrevista del invitado protagonista de turno con una mirada diferente respecto al tema que se trata. Buena idea.

En el retorno, el Chester necesitaba una reinvención. Así no se oxida el invento como dijo Mariló Montero de Anne Igartiburu. Es cierto que la puesta en escena de esta temporada es más convencional y menos diferenciada. Y eso es lo peor del nuevo Chester. El envoltorio es más prototípico.

Pero da igual, porque lo mejor del programa, la fuerza del show, sigue estando en Risto Mejide. Y en sus invitados, claro. Pero sobre todo en la capacidad de Risto de escuchar, observar y jugar con la conversación. En eso radica su as en la manga. No va de periodista, nunca lo fue. No va de publicista, que lo es. Va de compinche del espectador.

Risto es, en muchas ocasiones, la voz de la conciencia de la audiencia. No es nada nuevo, ya lo era cuando saltó a la popularidad en OT diciendo lo que nadie se atrevía a decir a los triunfitos. Aquel personaje se desvaneció y ha dado paso a la persona. Mejide ahora es Risto.

Con Chester o sin Chester, detrás o delante de la cámara, Risto pertenece a una estirpe de profesionales que está siendo fundamental para remodernizar nuestra televisión. Una televisión que corría el peligro de morderse la lengua por el miedo a la dictadura de lo políticamente correcto y que con espacios como este Chester in love abre hueco a la conversación inteligente, traviesa e incluso, a veces, valiente. Y de eso precisamente no vamos sobrados en la televisión de hoy. Error, pues el mayor efecto especial con el que cuenta un buen programa de televisión está en el primer plano, en las miradas y expresiones de sus protagonistas, en lo que se cuenta y en lo que se calla. Y Risto consigue que se cuente mucho.

@borjateran

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