Una exclusiva. Un invitado estelar. Un giro dramático que nadie se espera. Los responsables de los programas de nuestra televisión están a la caza y captura de legítimas artimañas para subir la audiencia y destacar cuando la competencia se lo pone difícil. Hay tácticas honestas, creativas y brillantes. Otras, en cambio, no tanto: son demasiado básicas e incluso, en ocasiones, poco éticas.
En los últimos días, Javier Cárdenas ha tomado uno de estos caminos al utilizar un acontecimiento escabroso para generar interés sobre su programa en TVE, Hora Punta. El presentador ha denunciado, a bombo y platillo, que uno de sus colaboradores estaba sufriendo una extorsión por un vídeo de contenido sexual.
Con música de tensión de fondo, Cárdenas ha otorgado un gran protagonismo a esta supuesta extorsión desde su show que se emite después del Telediario. Probablemente, porque cree que así subirá su cuota de pantalla con la especulación morbosa sobre este suceso.
Pero Televisión Española lo último que necesita es acoger sensacionalistas estrategias de esta simpleza para seducir al público y desvirtuar el contenido de su parrilla. Ante esta supuesta extorsión, lo lógico hubiera sido tomar las medidas legales oportunas para frenar el asunto (cosa que han hecho) y no amplificar el problema a través de la televisión. Sin embargo, el equipo de Hora Punta ha apostado por publicitar la historia hasta intentar crear un espectáculo del asunto. Un espectáculo tan vacío que ni ha interesado realmente a la audiencia.
Porque el público de hoy espera que desde TVE se le tome por inteligente. Televisión Española no existe para jugar al conflicto sensacionalista, morboso y tóxico por unas décimas de share. El porvenir de TVE está en el rigor y en el atrevimiento creativo. El programa de Cárdenas, de momento, no suele cumplir estos requisitos. Al contrario, utilizar un asunto tan serio como una extorsión para hacer show de entretenimiento debería ser inadmisible por parte de los responsables de TVE. Porque TVE no es Galavisión. Más imaginación y menos sensacionalismo que necesita música de tensión de fondo.
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