OPINION

Manel Navarro representará a España en Eurovisión: errores y aciertos de una polémica gala

eurovision mireia
eurovision mireia

Justo en el mismo día en el que se han cumplido 15 años de la espectacular final del Operación Triunfo que ganó Rosa de España, La 1 ha realizado una gala de elección del representante español de Eurovisión que parecía inventada para crear indiferencia o, en su defecto, indignación.

Porque Objetivo Eurovisión ha sido un caos de realización. Las propuestas escénicas de los artistas han estado vendidas a un extraño baile de cámaras que ha propiciado una arritmia que ha ido de lentos planos cenitales infinitos de Lekein a apariciones estelares de cámaras voladoras que no permitían ver los primeros compases de Mirela. Sin olvidar, los horripilantes rótulos -parecían hechos por un niño con WordArt-, la ausencia de buenos planos de reacción del entusiasmado público y ese instante en el que se ha escuchado de fondo a Jaime Cantizano, presentador del show, gritando algo así como "necesito micro": Cosas del directo.

Un fallo vale, pero ha sido una sucesión de desordenes visuales. La realización de Objetivo Eurovisión no estaba a tono de un prime time con una factura nefasta. De hecho, fue mucho mejor la retransmisión de la gala previa que emitió en exclusiva rtve.es (en la web). Fenómenos paranormales. Tal vez en esa retransmisión online tenían más claras sus limitaciones y aprovecharon mejor la iluminación. Por suerte, ahí estaban Irene Mahía y Paloma G. Quirós que tomaron el pulso a las redes e inteligentemente no ocultaron que la gala estaba siendo muy criticada en el ferviente trending topic. "Quien no tiene haters no es nadie", sentenció con gracia Mahía.

El problema de este programa es que se centra en el tópico eurofan de Eurovisión, en el recuerdo de las canciones de siempre y pierde la oportunidad de crear un evento estelar que reúna a toda la familia frente al televisor. Y eso se consigue narrando una historia con mayor personalidad propia y que implique a grandes estrellas que propicien la sensación de este espectáculo como una cita irrepetible. Pero, claro, eso es complicado con la fama que se han ganado estas galas, que ahuyentan a artistas que no quieren verse asociados a la actual marca de Eurovisión España. Habrá que reinventar la marca.

No obstante, Objetivo Eurovisión, en este 2017, ha ganado en ritmo y ha mejorado sonido.  Un acierto incorporar a Virginia Díaz, de Radio 3 y Cachitos, al jurado. Sus veredictos han sido los más argumentados, aportando un necesario e interesante lado divulgativo para la tele. También el programa ha potenciado un poco la escenografía, con suelo de pantalla de leds y más pantallas de leds al fondo. Si bien, de poco sirve incorporar pantallas si se colocan solo en un lateral y no saben integrarse en el discurrir del show. Estaban de fondo, pero no aportaban contenido extra al contexto global del programa.

Al final, cualquier tipo de espectáculo pasa desapercibido en un prime time cuando no logra narrar una historia transversal más allá de una sucesión de actuaciones, de concursantes y artistas invitados (la mítica Karina, la talentosa Roko, el todoterreno Edu Soto, otra vez Barei con su baile de pies) que desgraciadamente dan la sensación de ser utilizados sólo como relleno para hacer tiempo.  Y ahí ha fallado, de nuevo, este show del que TVE tiene que aprender de la importancia de generar ilusión e implicación en sus propios equipos y, como causa-efecto, también en la audiencia.

Objetivo Eurovisión, en cambio, ha parecido un programa improvisado en siete días. Y la historia de TVE nos enseña justo lo contrario, la mejor televisión es la se prepara minuciosamente, no cae en el cliché repetido hasta la saciedad y rompe con lo preestablecido. Las galas españolas de Eurovisión volverán a triunfar en España cuando contagien en el espectador imprevisibilidad, emoción y, en definitiva, espectáculo. Ese espectáculo que te ilusiona, que incluso te saca una sonrisa de felicidad cuando menos te lo esperas.

Pero esta gala de 2017 sólo ha generado polémica entre los eurofans, por un empate técnico de votación y, como consecuencia,  desempate por parte del jurado, que ha acabado con la decisión del jurado de que fuera Manel Navarro. y no Mirela la favorita del televoto y los eurofans.  Momento conflictivo, incluso del joven Manel encarándose con un púbico demasiado alborotado. Mal de ambos, pero también de la dirección del programa, pues no estaban claras las normas, ya que tradicionalmente desempataba el voto del soberano público (así fue a Eurovisión Ruth Lorenzo). Que para eso es el que paga el televoto. Ya no.

Y Objetivo Eurovisión terminó definiéndose:  nada estaba preparado para la actuación final del ganador. Todo entró tarde, Cantizano no se pudo despedir. De nuevo, un caos. La última imagen fue justo eso: el caos de un plano general sin rumbo. Un caos que no representa a la TVE que nos hizo querer tanto la televisión.

@borjateran

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