OPINION

6 elementos en los que no te has fijado y que son imprescindibles para el éxito de 'Tu cara me suena'

tu cara me suena
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Sólo quedan dos programas, el de esta noche y el próximo viernes, para que concluya la quinta temporada de Tu cara me suena. Parecía complicado superar los resultados de la anterior etapa y, sin embargo, el show de Antena 3 y Gestmusic se ha consolidado como el espacio de entretenimiento con mayor aceptación entre el público. Incluso creciendo en competitividad de audiencias. De hecho, el talent de imitadores ha hundido al que hasta hace poco parecía infalible polígrafo de Sálvame Deluxe. Hasta cuando se han emitido reposiciones. Un formato que triunfa por su premisa de personajes populares imitando a iconos de la música pero, también, por otros elementos más invisibles, que han sido claves para reunir, de nuevo, a la familia frente al televisor.

1. Un programa transgeneracional.

Tu cara me suena traspasa generaciones. Del jurado, donde se complementa el perfil de Chenoa -que atrapa la nostalgia reciente- con la energía folclórica de Lolita -que engancha a los más mayores con sus anécdotas-, al casting de concursantes, que esta edición ha reunido a un elenco más variado de lo que parece.

Si Yolanda Ramos imita a David El Gnomo conecta tanto con los niños, que se ríen con las travesuras de la cómica disfrazada, como con sus padres, que recuerdan su adolescencia. Diferentes generaciones, con gustos y experiencias distintas, unidas por los contenidos del programa.

2. Mimando la puesta en escena.

Tu cara me suena no se queda en la superficie de la imitación y propone una idea escénica contundente, donde se mide tanto la escenografía, como la iluminación y la realización. La audiencia recibe propuestas diferenciadas para cada tema, que propician cierta expectación  en cada actuación. En Tu cara me suena cada número intenta narrar una historia en la que se integran los máximos elementos posibles de los que dispone el formato (pantallas, jurado, ballet... incluso público si hace falta). Todo coordinado y estructurado. A diferencia de lo que sucede en exceso en la televisión de hoy, en TCMS no sueltan a los artistas a cantar y que ya se vaya viendo qué pasa.

3. Cantar bien.

Tu cara me suena no es un karaoke. Los artistas tienen un mínimo de capacidad vocal. Así la experiencia de ver el programa no es incómoda. Y, además, el espacio busca versiones que estén a la altura de un show de prime time. TCMS ha aprendido un elemento básico: si suena mal y se transmite cierto caos de bar con karaoke, la audiencia se cansa y termina cambiando de canal.

4. La selección de temas no (demasiado) evidente.

El equipo de Tu cara me suena tampoco cae en el error de repetir siempre los mimos hits populares. La elección de canciones debe buscar éxitos icónicos pero no necesariamente reconocibles por todos. Porque en televisión es importante que el espectador reconozca, en este caso canciones y artistas míticos, pero también es crucial que el espectador descubra. Y esa característica es un fuerte de este talent show. La audiencia lo agradece: unos porque reviven personajes que tal vez habían olvidados, otros porque están descubriendo carismáticas personalidades de la música -de ayer, hoy o mañana- viendo la tele.

5. El sigiloso maestro de ceremonias.

Manel Fuentes es el maestro de ceremonias de Tu cara me suena. Es la columna vertebral que sustenta el programa. Sin él, el espectáculo no fluye de forma organizada, coherente y en el tiempo previsto. Pero, en cambio, no se nota su presencia. Porque en TCMS Fuentes ejemplifica al mejor presentador, ese que guia al espectador y modera a los protagonistas del espacio con una habilidad que es casi invisible. Su función parece menor, pero sin su trabajo todo sería diferente, pues el engrasa las piezas con el comentario conciso, la ironía sutil y los reflejos rápidos que merece un show de estas características. Más aún en las galas en directo.

6. El running gag.

Sólo los mejores programas lo consiguen. Tu cara me suena ha logrado coletillas que se han quedado en el imaginario colectivo. Como las "anécdotas, anécdotas" de Lolita, que el equipo del espacio ha otorgado entidad propia como divertida sección. Pero también los piques del jurado (Llàcer contra Lolita o Chenoa), las traviesas tartas voladoras y hasta romances ficticios. Porque los buenos programas de televisión también deben crear juguetonas tramas casi como si de una serie se tratara. Y, al final, los protagonistas del show son como una familia, una familia que transmite lo más complicado en televisión: que se lo están pasando requetebien haciendo el programa. Y lo contagian.

@borjateran

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