OPINION

Las argucias de las cadenas españolas para proteger a su inversión del temido fracaso

BISBAL LA VOZ
BISBAL LA VOZ

Javier Sardá veía en su mesa de Crónicas Marcianas todo lo que estaba emitiendo la competencia para ir a publicidad en el mejor momento y no perder espectadores, José Luis Moreno sacaba a escena a sus infalibles Pepa y Avelino en Noche de Fiesta cuando veía que Salsa Rosa decaía, María Teresa Campos montaba y desmontaba secciones de su Día a día observando su funcionamiento en comparación con el resultado del rival. Desde siempre, el éxito en televisión se ha construido en riguroso directo. No sólo confiando en la calidad de los contenidos propios, también mirando de reojo los ajenos.

Las cadenas observan meticulosamente a la competencia. Calculan sus movimientos estudiando atentamente el comportamiento que realiza el adversario. Como si fuera un juego de ajedrez, donde hay que ser rápido de reflejos para que no te coman al Rey.

De ahí que sea habitual ver como muchos espacios sufren cortes a publicidad sin piedad: da igual que se rompa de cuajo una frase del actor protagonista o se mate el clímax de un momento de emoción. Lo importante es emitir los anuncios en el instante exacto para no perder espectadores… y sí ganarlos.

No existe una ciencia exacta en esta guerra de programación y contraprogramación. La intuición termina mandando en este tipo de decisiones. Al final, el valor añadido siempre está en el gancho real de los programas y series, por encima de los cortes a publicidad.

Pero las cadenas no siempre están seguras de su propio producto y saben que una mala ubicación en parrilla puede hundir su inversión. De ahí que en los últimos tiempos, hayan decidido blindar sus estrenos, sobre todo de ficción. ¿En qué consiste esta práctica? Los estrenos de las nuevas series suelen ir ya siempre sin casi publicidad. Sólo en los últimos minutos del capítulo se introduce una o dos pausas, que suelen ser de corta duración, cuando ya el grueso de la audiencia está ganado. Estas están planificadas previamente, aunque pueden ir variándose con la estrategia de la competencia.

De esta forma, se lanza una inversión económica con una mayor protección anti-fracasos y se consigue un mejor dato de share que propicie, al día siguiente, la percepción de gran éxito, lo que genera titulares en prensa que invita a ver la serie a un mayor número de personas. Además, con este escenario sin spots, se facilita que el público se quede prendido de las tramas y no caiga en la tentación del zaping.

Esto no es nada nuevo en la historia de nuestra televisión, lo que sí es novedad es que, en los últimos tiempos, las cadenas se han percatado de que es más fácil alcanzar el triunfo con un formato si se crea un acontecimientos que envuelva su estreno, dando una sensación de que el público está ante un evento especial e irrepetible.

Así, para lograr ese efecto, nuestras televisiones han invertido en espectaculares estrenos en míticos cines, las series como si fueran películas. En las próximas semanas, Netflix hará esta argucia con Las Chicas del Cable. Así creará un acontecimiento que el espectador perciba como la llegada de un producto de entretenimiento único. También Mediaset se ha inventado otra táctica, el ‘estreno simultáneo’ en el que varios de sus canales emiten la serie al mismo tiempo en el día de su lanzamiento para fomentar la idea de que se trata de una producción que ‘se sale de lo común’.

Y, por supuesto, siguen siendo claves las entrevistas de ‘autobombo’ en los grandes magazines de cada emisora. En ese sentido, es fundamental que exista un espacio previo que deje un buen colchón de seguidores al estreno en cuestión. Y El Hormiguero en Antena 3 es el mejor ejemplo. Perfecto como telonero pero también para vender otro tipo de productos de todo el grupo de comunicación de Atresmedia, ya sea un programa de radio, una película o una serie.

El problema está cuando esas tácticas de programación mueven los programas a nuevos horarios de forma brusca. Es lo que ha sucedido esta semana con La Voz, que ha saltado del viernes al martes para que el programa de Telecinco no sufra el descenso de audiencia que propician las vacaciones de Semana Santa. Un acierto, ya que el programa ha subido su audiencia en martes hasta un 26,7 de share en una noche con menor competencia en víspera del puente.

Aunque, con tanto vaivén, el espectador se lía y no interioriza la franja que ocupa cada espacio, como sucedía antaño, ya que es fundamental que exista una identificación rápida del televidente con el lugar que ocupa cada apuesta de la parrilla. Ni el propio Bisbal (en la foto) sabe cuando emiten el talent show en el que es juez.

Muy diferentes son las grandes cadenas norteamericanas, que marcan la ubicación de sus programas y series con amplitud de tiempo. Dejan claro el espectador el día y la hora con una antelación suficiente para que se genere expectación con el lanzamiento y la audiencia se entere bien de la llegada del nuevo producto. Sin embargo, el sistema de competencia y la menor inversión publicitaria de España propicia un vaivén de contenidos en donde parece que hay que pillar desprevenido al rival para que no te contraprograme y anule tu estreno. Así los programas llegan de repente y, en muchas ocasiones, el espectador no se entera ni de su llegada. Así son los engranajes de la actual pequeña pantalla: imprevisibles hasta para sus propios responsables.

Pero el porvenir de la televisión en España pasará por cuidar más el contenido para seducir al espectador en el largo recorrido. No sólo pensando en el aquí y ahora del audímetro. Esa es la asignatura pendiente de unas cadenas que temen cualquier riesgo, pues la televisión es cara de producir y la crisis de los últimos años ha hecho mella.

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