OPINION

'Feud: Bette and Joan': las enemistades no nacen del odio, nacen del resentimiento

joan crawford and bette davis
joan crawford and bette davis

Bette Davis y Joan Crawford probablemente jamás se plantearon que su eterno enfrentamiento serviría de guion para una serie de culto en 2017, Feud: Bette and Joan.

No se lo imaginaron aunque, en realidad, ellas sí que fantaseaban con la inmortalidad que logran aquellos mitos del cine que traspasan generaciones. Porque ya en vida, tanto en Davis como en Crawford, Hollywood propició que se creyeran su personaje, que se creyeran que eran leyendas.

Y de eso va la serie Feud: Bette and Joan (disponible en HBO), una radiografía de la vida y desdichas del triste ocaso de dos actrices de Hollywood enfrentadas. Aunque, esta vez, el creador de la ficción, Ryan Murphy, ha conseguido bastante más que una serie sobre la soledad de dos divas: ha logrado un profundo retrato de un Hollywood machista y sin demasiados escrúpulos a la hora de tambalear los egos de sus mitos.

Una compleja estampa de una meca del cine que, desde el principio, entendió la importancia de potenciar su star system más allá de la pantalla. En cierto sentido, Bette y Crawford ya vivieron un reality de sus propias vidas antes de que existiera el género del reality. De hecho, su trabajo se convirtió en víctima de ese reality.

Reality que ha facilitado la producción de la serie, ya que existe mucha documentación sobre las dos actrices, sus salidas de tono y sus circunstancias. Incluso el apartamento de Joan en Nueva York está largamente plasmado en fotografías de revistas que dejaron inmortalizada la imagen de su luminosa mesa de comedor amarilla y de sus sofás plastificados. 

Un juego social de apariencias, miedos y frustraciones que surge de un Hollywood que abandona a la deriva a sus juguetes y en el que Feud incorpora con inteligencia, en un crucial segundo plano, a un engranaje fundamental que potenció la industria mediática de la época: la gran cronista social, encarnada en Hedda Hopper.

El formato de cotilleo, primero en prensa y luego adaptado en televisión, sirvió de aliado al Hollywood dorado, como fórmula para generar conversación de sus proyectos en el público pero, también, como maquina de manipular a sus estrellas, incluso alimentando la rivalidad entre ellas para que fueran más competitivas.

Hedda Hopper entendía su función en este escenario y lo jugaba como casi un personaje inventado por un perverso guionista, la reina del chisme, siempre con un glamouroso sombrero en la cabeza. Tanto se metió en su papel que incluso llamó a su mansión en Beverly Hills 'La casa construida por el miedo'. Sabía de lo que vivía y su influencia: su columna llegó a ser leída por 30 millones de personas, terminando reconvertida en una celebridad habitual de programas en los que no solía tener demasiados pelos en la lengua.

"Las enemistades no nacen del odio, nacen del dolor... del resentimiento", sentencia un diálogo de Bette and Joan que resume la esencia y trasfondo de esta serie, un retrato de un gélido Hollywood que propició la rivalidad entre dos actrices que alcanzaron la gloria y terminaron en una perversa soledad como consecuencia de los vaivenes de un machismo latente que desvirtuó (y hasta enloqueció) su talento y que aún hoy está presente en una industria cinematográfica que relega a sus grandes actrices cuando van cumpliendo años.

@borjateran

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