OPINION

Pasapalabra: así es la fórmula del concurso perfecto

pasapalabra rosco
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Pasapalabra lleva una década de éxito incombustible en Telecinco. Presentado por Christian Gálvez, el programa se ha convertido en un pilar fundamental en la cadena de Mediaset que, además, sirve para dejar un buen dato de colchón de audiencia a los informativos de Pedro Piqueras, que se emiten justo después.

El buen rendimiento del concurso, que suelen acercarse al excelente 20 por ciento de share, estriba en que es un juego clásico de palabras que es muy fácil de jugar desde casa. Las pruebas que se realizan no se pasan de listas. Al contrario, tienen la dificultad adecuada. Así fomentan que el espectador se sienta partícipe y no excluido. El público puede contestar las preguntas e incluso competir con el participante en plató. Un participante que no es un erudito aburrido.

Los concursantes de Pasapalabra son personas de la calle, reconocibles y accesibles por parte del espectador, con las que es sencillo empatizar. Y da tiempo a conocer sus personalidades y hasta propiciar cierto cariño, pues el programa mantiene a sus mejores jugadores durante semanas e incluso meses. De hecho, hasta da segundas oportunidades si lo merecen. Al igual que en Saber y Ganar, la audiencia fiel acaba sintiendo a los concursantes casi como de la familia, conociendo sus filias y fobias. El público juega con ellos y termina quedándose enganchado para no perderse el día en el que se llevan el bote.

Pero, además, Pasapalabra cuenta con otro imprescindible valor añadido: cada participante tiene dos padrinos famosos, que también participan. La audiencia se divierte viendo como se desenvuelve personalidades de la ‘farándula’ fuera de su ámbito. Aquí no sólo van de promoción, también tienen que demostrar su desparpajo ante las pruebas, produciéndose, en ocasiones, situaciones muy distendidas, ya que el programa, y especialmente gracias al talento de su presentador, Christian Gálvez, crea un clima de confianza en donde estos ‘famosos’ olvidan cualquier coraza y se dejan llevar con una naturalidad que no es tan habitual en otros programas.

Y, por supuesto, el ingrediente final del éxito de Pasapalabra está en que un buen concurso debe atesorar una prueba icónica. En este caso, El Rosco, que corona el formato y se convierte en el gran aliciente de cada capítulo del concurso. El público no puede falta a esa cita o, de lo contrario, se perderá si el concursante, al que ya le cae bien o mal, consigue superar el característico reto final. Un reto donde está solo ante el peligro.

> Las trampas de los concursos de la tele

@borjateran

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