OPINION

'No es un sábado cualquiera': los 7 motivos del fracaso del nuevo 'noche de fiesta' de TVE

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Tras el fiasco de Alfombra Roja Palace (la reinvención de Noche de Fiesta de José Luis Moreno) y tras probar suerte con el concurso familiar Jugando con las estrellas, TVE sigue intentando brillar con un formato de entretenimiento en los sábados noche. Saben que hay hueco para que triunfe en esta franja un show de variedades, al igual que sucede en países de nuestro entorno como Francia y Inglaterra.

Así ha llegado a La 1 de TVE No es un sábado cualquiera: una gran gala, a medio camino entre el humor y la música, presentada por un todoterreno Fernando Gil (Noche Hache, Felipe y Letizia). Un programa cargado de buenas intenciones que, sin embargo, ha pinchado en audiencias (en la primera gala un pobre 6,2 por ciento de share) por seis fallos televisivos.a destacar:

1. En plena ola de calor un show grabado en invierno

La audiencia ya no está en TVE. La cadena pública debe recuperar a su público generando programas que la audiencia perciba como acontecimiento a lo grande, imprevisible, en el que todo puede pasar. Para ello es fundamental que este tipo de espacios se realicen con el nervio del directo. Más aún en la era de las redes sociales, propiciando la participación activa de la gente desde casa. No es nada nuevo, los grandes formatos musicales de TVE ya lo hacían. Desde Noche de Fiesta hasta Qué apostamos. Siempre fomentando la interacción del público, ya fuera con llamadas telefónicas o hasta invitando al público a acudir al estudio en directo, participando en una prueba y determinando si se duchaba o no el presentador.

En cambio, No es un sábado cualquiera evidencia ser un programa grabado. Demasiado grabado. Su guion denota no estar pegado a la actualidad y los cortes de edición (de montaje de imágenes) en ocasiones son bruscos,, evidenciando más que es un producto enlatado. Si bien, en su segunda emisión la realización ha sido mejor y no se ha notado tanto los tijeretazos. Y eso que han existido muchos. No obstante, el espectador percibe el programa como viejo. Más aún si se introducen reportajes grabados en un frío invierno justo en el mismo día en el que el público sufre una terrible ola de calor. Muy bien todo.

2. Artistas y la música de los noventa

No es un sábado cualquiera tira de la cartera de cantantes de discográfica clásica. Está bien, pero en la actualidad la música se cuece en más lugares que en la disquetera de cabecera de la cadena. En este sentido, el show tira de mucho revival de éxitos de los noventa, pero la música no son sólo los noventa. Faltan artistas internacionales, falta huir del repetitivo popurrí de temas del 99, falta intuición para llevar a la tele a aquellos talentos que vienen. Como hacía la TVE de antaño que descubría, no sólo se quedaba en la actuación de promoción al uso.

3. La puesta en escena vacía.

No es un sábado cualquiera intenta crear puestas en escena para cada programa e incluso para cada artista. De hecho, hasta intentan números musicales basados en sistema de proyecciones como una recreación (mini) del Titanic con juegos de sombras de un cuerpo de baile. Pero no es suficiente, el espectador está resabiado de este tipo de trucos visuales.

Tampoco funcionan las actuaciones atadas a pie de micro. No aportan nada en la era de Youtube. Este tipo de programas deberían aprender más y mejor de espacios clásicos de la cadena pública como Galas del Sábado o Escala en Hi-Fi, que buscaban sorprendentes puestas de escena a tono de cada artista que participaba en el show y que estaban incorporadas en el guion general del programa, sobre todo en Escala en Hi-Fi, como si de una película musical se tratara. Todo en cierto orden dramático y con mucho atrevimiento creativo. Así se lograba sorprender a un espectador.

4. Humor pegado al chroma

Es buena idea incorporar a un invitado especial que hace las veces casi de copresentador. La semana pasada fueron Estopa, esta el gran Dani Rovira. Al más puro estilo del norteamericano Saturday Night Live, una estrella invitada es la protagonista de la noche. Sin embargo, aquí los sketches se quedan en unas propuestas sueltas que no fluyen, desaprovechando el tirón del invitado. No ayuda que se utilicen chromas (imágenes sobreimpresionadas sobre un fondo verde), una técnica que da un toque cutre a un formato que, en realidad, sí tiene presupuesto. A favor del show, destaca la autenticidad y corrosión de la reportera callejera, María Juan, y la presencia de una orquesta en directo, que da cierto toque de espectáculo en vivo.

5. Cajón de sastre

El principal problema de No es un sábado cualquiera es que no existe un formato definido. Es un batiburrillo de historias: que si sketches por aquí, que si actuaciones para allá, que si números visuales por el otro lado, que si unos guiñoles que imitan a Julio Iglesias y Paquirrín (personajes nada originales para sorprender al espectador de hoy), que si un concurso en el que participa gente de la grada (que en este segundo programa ha sido eliminado ya)... Todo inconexo. Y todo a medio gas. Un show de variedades tiene que tener ese puntillo golfo del cabaret que levanta al espectador de su butaca. Eso se consigue con más interacción del presentador con el público de plató, un público que parece, por otro lado, demasiado aburrido.

En ese sentido, en la época dorada de audiencias de las Noches de Fiesta de José Luis Moreno, el ventrílocuo fomentaba que el publico en el estudio llenara el decorado (lo situaba hasta en los laterales del escenario) y aplaudiera de pie con la máxima pasión. Así se contagiaba desde casa que en TVE había una fiesta colosal. En No es un sábado cualquiera el silencio reina en las presentaciones y el número coreográfico inicial cuenta con un cuerpo de baile tan mínimo que, en vez de producir la sensación de gran sarao, provoca cierto efecto de vacío escénico. El espectador se va.

6. El decorado grande pero frío

El vacío escénico también es fruto del decorado. A pesar de que el estudio es grande, está diseñado de una forma en la que la grada de público, que debería llenar y hacer vibrar el show, está demasiado lejos de los artistas. Hay más hueco entre los cantantes y la grada que fondo escénico, lo que provoca una fría barrera y un espacio infrautilizado en escena en el que se podría integrar el calor de la audiencia que está in situ disfrutando el show.

Además, el decorado no cuenta con ningún leitmotiv, que sirva para diferenciar este programa de cualquier tipo de otros programas. Un detalle clave que la televisión de hoy se está olvidando.

7.  El carisma de un maestro de ceremonias

Fernando Gil es el presentador del formato. Un show de estas características triunfa si se da tiempo a crear un clima de confianza entre espectador y maestro de ceremonias. Así, por ejemplo, brilló Emilio Aragón en Vip Noche. Entraba y salía, bromeaba, si había algún fallo lo evidenciaba. Él era el hilo conductor y por él pasada todo el contenido. Aquí la planificación de No es un sábado cualquiera propicia que el espectador observe a  Fernando Gil como un elemento que no es fundamental. Al no ser un showman conocido por el gran público, la dirección del programa debería haber guionizado su presencia constante en escena para favorecer su imagen de estrella del formato, presentando los vídeos más importantes y hasta en las propias actuaciones. Pero el programa se va contando sin presentador, como si fuera un zapping, y su presentador aparece y desaparece casi de la misma manera que un sketche cualquiera. Fallo.

El espectador recibe No es un sábado cualquiera como un sábado del montón. Un programa que ha llegado en una época rara -en plena entrada del verano- pero que servirá para aprender de sus errores, pues el entretenimiento es necesario en La 1 de TVE como alternativa creativa que sirva de ventana a cantantes, cómicos y artistas en general. Pero para captar la atención del público no puede parecer un programa grabado hace meses, en un plató azuladamente frío, con un desfile de actuaciones inconexas y con un público que se ve más lejos de lo que, en realidad, está. El cabaret triunfará cuando vuelva a ser un cabaret, donde los invitados, el auditorio y el presentador interactuen y jueguen con una autenticidad sin temor a la autenticidad.

@borjateran

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