OPINION

Los seis errores básicos de los programas de entretenimiento de la televisión en España

BISBAL-LA-VOZ
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Los programas de entretenimiento en España caen en seis errores habituales que pasan desapercibidos pero que, sin embargo, son cruciales a la hora de atraer mejor la curiosidad y empatía de la audiencia de masas.

1. La obsesión por la sensiblera historia de superación

Si haces un programa de baile, busca gente que baile bien. Si quieres un programa de cantantes, encuentra personas que canten bien. En cambio, en España, los responsables de algunos programas han desvirtuado sus propios formatos al priorizar protagonistas con una morbosa historia personal a un talento real.

Un testimonio de El Diario de Patricia puede provocar lágrimas instantáneas en la audiencia pero, en contadas ocasiones, consigue llenar durante horas el escenario de un show artístico. Es el motivo del fracaso de talents como Top Dance: un concurso de baile en donde no había grandes bailarines, ya se que primó un casting de 'historias de superación'. También pasó algo parecido con Cantas o qué', otro talent de famosos queriendo ser cantantes que se canceló a las dos emisiones. El motivo del traspiés: cantaban tan mal que era desagradable de ver. La risa que provoca alguien destrozando una canción sólo funciona unos segundos en televisión, no da para un prime time completo.

2. El ritmo arrítmico

En la obsesión de que el espectador no cambie de canal, se prima una pos-producción de programas acelerada, confundiendo ritmo televisivo con prisas, lo que rompe el clímax de la narrativa del show. La edición frenética fomenta unos cortes de cuajo que sacan al público del programa, ya que desprenden el artificio de un puzle de piezas sueltas que han sido mal colocadas.

Así se mata la naturalidad de los colaboradores y del propio discurrir del espectáculo. Más aún en un audiencia española que premia los programas que fluyen como si en directo se tratara. Sin necesidad de cebos, ni de montajes de imágenes agitados. De ahí el éxito de Tu cara me suena, que se graba imitando una gala tradicional en riguroso directo, huyendo de cualquier tipo de corte de edición abrupta.

3. Muerte por publicidad

Las cadenas ya no marcan los intermedios publicitarios en sus programas pregrabados. El presentador rara vez dice aquello de "enseguida volvemos": Las pausas asaltan de forma improvisada. Da igual que corten una frase o un momento crucial de la emisión.

Y es que los responsables de las cadenas piensan más en lo que hace el canal rival que en cuidar un orden lógico de guion. Un guion en el que se marquen pequeños giros justo antes de los intermedios. De esta forma, dejas pegado al espectador por el interés que genera tu contenido propio y no tienes que estar pendiente de lo que maquine tu competidor directo,.

4. Hay vida más allá de jueces y jurados

Los espacios de entretenimiento, especialmente los talent shows, han sustentado su mecánica en la opinión de jueces y jurados. Como si no existiera otra opción. Pero hay vida creativa más allá de esta estructura televisiva de "artista examinado por personaje popular".

Exceptuando Sálvame, la televisión de hoy se está olvidado de crear personajes dispares, tanto protagonistas como antagonistas, que se complementen entre sí y sean perfectos para crear situaciones hilarantes o emocionantes en el transcurso de una emisión. Así sucedía en el Un, dos, tres... cuando, en cualquier momento de la subasta, aparecía de forma imprevisible un comediante. Los programas de entretenimiento deben imaginar más. Al final, la mejor televisión es la que pilla desprevenido al espectador sin quedarse en fórmulas cortadas siempre por un mismo patrón.

5. La escenografía clónica

Otro fallo, que nunca se analiza como tal, es la homogeneización de los decorados de los programas. El boom de las pantallas de Led ha propiciado que se monten espectaculares puestas en escena pero que, al mismo tiempo, no se distingan entre sí. Un grave error, pues los espacios de entretenimiento deben pensar una premisa escénica diferenciadora que sirva para potenciar su personalidad, haga al show más reconocible en el espectador y, además, esté al servicio para dar más posibilidades al guion del programa (entradas y salidas de personajes del decorado, fondos escénico con posibilidades para incluir en tramas o crear ambientes...).

De ahí el triunfo de Crónicas Marcianas. El programa de Javier Sardá dio la vuelta al tópico del late night (el escritorio y el skyline de Nueva York). Lo hizo llevándose al público a un imaginativo espacio "marciano", que posibilitaba inventar acciones especiales en un contexto de nave espacial que no se parecía a nada visto antes en programas de entretenimiento en España. Ahora, en cambio, (casi) todos los platós de tele parecen el mismo: que si un tono azul de fondo, que si una gran pantalla de leds, que si unos paneles abstractos, que si un suelo negro brillante...

6. El chimpún final

La exhaustiva medición de audiencias no perdona e incluso afecta al desenlace de los programas. Si, por ejemplo, se decide el ganador de la final de un show, véase Supervivientes, la curva de cuota de pantalla nada más decirse el nombre del triunfador, ya que el público se marcha. Como el prime time en España se alarga hasta horas tardías, los televidentes huyen a dormir tras conocer el resultado del concurso o espectáculo. Como consecuencia, las cadenas también precipitan los finales de sus grandes apuestas, no vaya a ser que pierdan media de audiencia por demorar la emisión cuando ya no interesa.

Pero el espectador se terminará quedando siempre a la expectativa frente al televisor, y con los ojos bien abiertos, si se le da un contenido cuidado hasta el fundido en negro final: ya sea un buen primer plano emocional de despedida del ganador del talent de turno o un delirante gag de adiós de uno de los protagonistas del show, como pasaba con Silvia Abril y sus tartazos de cierre de Tu cara me suena. Entonces, el público esperaba hasta el último crédito para ver qué ocurrencia discurría la cómica. Eso es la televisión, la que mima también el ingenio en los finales. Porque, como en una serie, el entretenimiento debe contar una historia bien definida de principio a final. Es la única forma de recuperar la ingenuidad e implicación perdida del espectador.

@borjateran

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