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'Lolita tiene un plan': así TVE ha vuelto a la entrevista en prime time

lolita tiene un plan
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Lolita ha vuelto a Televisión Española con Lolita tiene un Plan. Se trata del regreso del género de la entrevista al horario de máxima audiencia de La 1, después de la marcha de Bertín Osborne a Telecinco. Aunque este nuevo formato ha pretendido diferenciarse de su predecesor e intenta dar un paso más allá, buscando un vínculo de bagaje vital que comparten las personalidades reunidas en el supuesto hogar de la hija de Lola Flores.

En el primer capítulo, el tema central ha sido el mundo de las actrices a través de la mirada de Lola Herrera, Adriana Ugarte, Cayetana Guillen Cuervo y la propia Lolita. Diferentes generaciones de intérpretes hablando, sin demasiadas corazas, de la inestabilidad laboral, el paso de las años, la fama, la dureza del trabajo y hasta de la superstición.

En tiempos en los que la televisión se cocina en exceso y se editan los programas a una velocidad de vértigo para que el espectador no se desenganche, Lolita tiene un plan atrapa por justo lo contrario: está guisado sin excesiva prisa, la conversación fluye sin estrés y los personajes se abren olvidando que existen cámaras, ya que no están en un plató.

Un formato que recuerda la importancia de la televisión que se desarrolla sin falsear en demasía el orden narrativo del tiempo de rodaje y sin necesidad de alterar la imagen de la entrevista embadurnándolo todo de grafismos o rótulos que recalcan con fuegos de artificio las declaraciones más morbosas del convidado.

Lolita tiene un plan no requiere nada de esas artimañas, que han invadido la televisión actual, porque cuenta con el mayor ingrediente de la pequeña pantalla: el primer plano de una buena e interesante conversación que enseña y descubre al espectador ámbitos profesionales y situaciones que desconoce.  Un objetivo que el programa alcanza con creces durante una sencilla charla que se enriquece dividiendo el encuentro en distintas estancias de la casa, lo que evita la monotonía visual. Primero en la terraza, después en el comedor -con Cayetana trasteando nerviosa con el pan- y, al final, terminando en un sofá donde, en el estreno, ha aparecido Edu Soto para interpretar canciones que despiertan sentimientos de calado en la vida de los invitados de Lolita. De esta forma, Lolita tiene un plan ameniza la conversación a través de giros de guion que no se quedan sólo en el gag superficial y aportan contenido extra al encuentro. Los invitados explican su vínculo emocional con la situación que se recrea o provoca.

Tampoco faltan las imágenes del valioso archivo de RTVE, que ilustran las reflexiones del encuentro sigilosamente. Estos extractos se introducen en la emisión como una reveladora pieza que engrasa el hilo argumental del programa sin que se note. Así es la buena realización televisiva. Una atractiva coreografía de planos y encuadres que baila de forma armónica para enseñar todo lo que el espectador necesita ver borrando obstáculos producidos por cortes bruscos, que pueden expulsar al público de la historia que cuenta el show.

Lolita ha aprobado con nota en su retorno como presentadora a TVE. No obstante, ella nació casi frente a las cámaras y, en su casa, tuvo la mejor escuela del instinto del espectáculo. Ese arte folclórico que no duda en contar su vida con apasionante precisión de detalles e incluso en pedir trabajo para su hija si hace falta. De hecho, en su primer programa, Lolita lo ha pedido varias veces. Ella es así. Lo dice como lo piensa, sin excesivos edulcorantes. Y ahí estriba su mayor diferencia con Bertín Osborne que, aunque no lo parece, es más artificial de lo que su famosa campechanía disimula.

Ahora el reto para Televisión Española está en que la audiencia conozca la existencia de Lolita tiene un plan. En su estreno, el programa sólo ha obtenido un 8.6 por ciento de cuota y 1.077.000 espectadores. Discreto resultado para un programa que ha llegado por sorpresa en pleno verano, cuando el consumo televisivo disminuye, sin prácticamente promoción previa.

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@borjateran

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